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El Telégrafo

Golpe a la vista

01 de marzo de 2012

Solamente los ciegos absolutos y los miopes de conveniencia no ven o niegan lo que está más claro que la luz del mediodía: en el Ecuador se mueve un nuevo plan de golpe de Estado, un nuevo 30-S, más complejo y mejor articulado que el fallido entonces. El plan es internacional y local.

Forma parte de las acciones criminales emprendidas hace tiempo por el llamado “imperio invisible”, ese gobierno mundial en las sombras que agrupa a los magnates más poderosos de Estados Unidos, Europa y Canadá, a las corporaciones de ese origen, las cadenas globales de medios, la gran banca.

Los instrumentos de dominio para las tareas más brutales son, por supuesto, la CIA, el Pentágono y la OTAN. Apoderarse del petróleo, el gas natural, el uranio, el oro y otras materias primas son prioridades clave.

Esa ha sido, cabalmente, la hoja de ruta en las invasiones, destrucción y colonización de Afganistán, Irak y Libia; esa la que está presente en la confabulación contra Irán y Siria: esa en los atentados contra Rusia; esa en las diarias amenazas contra los gobiernos del Ecuador, Venezuela y Bolivia, contra la ALBA y el Celac , formados hace poco.

El “imperio invisible” no tolera la soberanía de las naciones, la independencia de los gobiernos, la presencia de líderes opuestos a sus designios. Eliminarlos es la condición para que pueda sobrevivir, extenderse y perdurar el gobierno mundial, aun engulléndose a socios menores, como Grecia.

En el Ecuador de hoy eso es lo que se halla en juego: arrancarle al país de las políticas liberadoras de América Latina, para lo cual derrocar al presidente Rafael Correa (o mejor, desaparecerlo) es objetivo número 1.

Las marchas anunciadas para días próximos, a iniciarse el 8 de marzo y culminar el 22 con la toma de Quito, tienen esa oculta y macabra finalidad en la agenda de la CIA, cuyos agentes más notorios ni siquiera disimulan su presencia, como es el caso de ese ínclito patriota del 30-S, que de jefazo de la inteligencia militar, destituido por Correa, funge hoy de dirigente social, manipulando a pequeños comerciantes. C

laro que no todos los organizadores de las marchas son agentes pagados por el “imperio invisible”. Entre ellos figuran también los que sinceramente creen que no hay ningún plan de desestabilización de por medio, la derecha agonizante pero aún poderosa, los tontos útiles de una izquierda boba, el clan de políticos que se creen presidenciables y están convencidos de que Correa no podrá ser vencido en las elecciones de 2013, amén de un conjunto de militares y policías siempre movidos y aceitados por el Imperio.

Por cierto, también hay razones de fondo utilizadas por los titiriteros del plan golpista.

Es el descontento por determinadas acciones y omisiones del Gobierno, como la falta de una real aplicación de la anunciada y postergada Revolución Agraria, que debe permitir la redistribución de la tierra y un acceso a la misma por parte del campesinado; y esto cuando el propio presidente Correa lanzó hace dos años la tesis de que “sin Revolución Agraria no hay Revolución Ciudadana”.

Pero una cosa es reclamar al Gobierno el cumplimiento de sus propias promesas, y otra muy distinta hacerle el juego al “imperio invisible” y a sus visibles testaferros.

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