Por un momento imaginemos que pudiéramos contar con una app para smartphones la cual nos permita, en tiempo real, hacer comparaciones entre sociedades para determinar su avance o deterioro, más allá de la gestión gubernamental; a través de criterios como el nivel de civilización ciudadana (entendida como la cantidad existente de individuos “de bien”).
Vamos despacio: ¿Qué rasgos están presentes en un elemento humano “de bien”? Considere alguno de estos casos donde “A” está involucrada: a) si conduce vehículo (o si usa transporte público), degusta algún alimento y arroja los desperdicios a la calle; b) si conduce vehículo, usa el estacionamiento y poco o nada le importa usar el espacio de uso exclusivo de personas con discapacidad; c) si tiene prisa, evade ubicarse en la columna correspondiente y busca colarse cueste lo que cueste (hasta en las iglesias); y, d) si ejerce el rol de peatón, ante la mano roja –parpadeante, o no– del semáforo peatonal, acelera el paso aunque el semáforo no peatonal cambie a luz verde y los vehículos circulan, arriesgando su vida y la de los demás y, si ejerce el rol de “profesional” del volante, ante la luz amarilla no reduce la velocidad sino que la incrementa, se “olvida” de las direccionales y si se da el caso de tener al frente peatones de edad avanzada o personas indigentes o usa el claxon o epítetos de grueso calibre. Súmele que en más de un literal, la actitud irracional puede darse, sea de palabras o posiblemente más allá de las mismas.
Si usted o yo nos identificamos por estar en al menos uno de dichos casos, no somos personas “de bien”. ¡Eso es grave! Por lo que, comprende ahora lo trascendental de conocer en qué nivel de civilización ciudadana estamos. Lo invito a meditar en responder el camino tomado como sociedad más si no hacemos algo y pronto. Si usted o yo enmendamos y, con nuestro ejemplo, nos acercamos al fomento de virtudes ciudadanas, seremos “una” golondrina que sí hace verano. (O)