En el ámbito del crecimiento humano, la consolidación democrática es pertinente desde todos los niveles de interrelación social. En tal sentido, es plausible que al interior de las entidades educativas se propenda a robustecer espacios de participación interactiva, debate razonado y procesos de elección estudiantil.
Tal situación ha evolucionado favorablemente en nuestro país en esta última etapa en donde a través de disposiciones de la ley del ramo se ha ido institucionalizando esta loable práctica de participación escolar.
Efectivamente, el alumnado, en una dinámica convocatoria eleccionaria, interviene en la designación de sus representantes, quienes asumen las directrices de los gobiernos estudiantiles; espacios de fortalecimiento democrático.
A partir de aquello, se generan varios aspectos positivos, como el empoderamiento cívico, por intermedio de la cabal difusión de los derechos y obligaciones de la población. Así también, la divulgación de los postulados que rigen en el sistema democrático, generando pautas iniciales en la cimentación de valores ciudadanos.
Ante eso, las niñas, niños y adolescentes que cursan estudios en los ámbitos: primario y secundario, asimilan preceptos de convivencia comunitaria: mutuo respeto, tolerancia, discernimiento de planes de trabajo, razonamiento electivo, exigibilidad de sus derechos y acatamiento de sus deberes, dentro y fuera del aula.
En síntesis, se va cimentando una conducta positiva en el contexto del desarrollo comunitario y de la construcción ciudadana.
Además, se propende a la visibilización de nuevos liderazgos con enfoque proactivo, quienes asumen determinada designación en los consejos estudiantiles con responsabilidad y actitud altruista, entendiendo el compromiso institucional, antes que el protagonismo particular. El líder o lideresa del gobierno estudiantil,
a más del rol conductor, asume la mediación de conflictos entre sus compañeros/as de grado o curso.
Cabe decir que esta tarea tiene como principal guía el desprendimiento del docente de la materia afín, quien se suma a las iniciativas de la niñez y juventud, coadyuva en su procesamiento y conduce pedagógicamente a la consecución de los fines previstos.
El estudiante, entonces, empieza a imbuirse del espíritu democrático que, posteriormente, redundará en una directa intervención e involucramiento en la toma de decisiones en pro del bien común.