No es la enfermedad que marcaba la época en la novela de García Márquez, el cólera, sino la cólera, la ira, la indignación la que marca tiempos en algunos países de Latinoamérica. Los prolongados y desbordados incidentes de octubre y noviembre de 2019 en Ecuador y Chile y los de mayo de 2021, en Colombia, dan muestra de una ira contenida, fácil de hacer explotar, especialmente si está atizada por la acción de individuos infiltrados en las protestas, que prácticamente las convierten en guerrillas urbanas y todo esto con la manipulación, tras bastidores, de los oscuros personajes afectos al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla.
Gobernar en estas circunstancias es particularmente difícil. La clase política en el Ecuador no se ha caracterizado por hacer pactos con propósitos plausibles y de larga duración para conseguir gobernabilidad y transformaciones positivas. Los pactos han sido mecanismos para el reparto de parcelas de poder o para la obtención de regalías políticas de diferente naturaleza entre las que amnistías y otras formas de impunidad han sido las motivadoras de su construcción.
Guillermo Lasso enfrenta una tarea titánica: levantar a un país depauperado y desesperanzado, hacerlo sin contar con recursos y procurar hacerlo con una Asamblea cuya composición no augura certeza alguna respecto a la gobernabilidad. Como para añadir pesimismo, sus aliados circunstanciales, Pachakutik, se oponen a la minería, que parece ser lo que le daría al Ecuador recursos por 50 o más años y se oponen también a que los organismos multilaterales de crédito presten dinero con los naturales condicionamientos que ello supone. Sin plata y sin aliados sólidos Guillermo Lasso tiene una tarea cuesta arriba.
El sostenimiento de la mayoría legislativa afín es deseable pero incierta y, frente a esa realidad, es importante que recurra a una consulta popular que le permita consolidar su poder a través de la manifestación popular. Si no puede gobernar con la Asamblea, que gobierne con el espaldarazo del pueblo. Finalmente, si la oposición de los sectores políticos en la Asamblea se vislumbra insostenible, podría ser la oportunidad de inaugurar el recurso extremo previsto en la Constitución, el de la muerte cruzada. Sin embargo, si el recurso de la muerte cruzada es usado tardíamente, en el medio del descontento popular, es una muerte segura para el Ejecutivo proponente.
Penoso tener que lucubrar sobre estas oscuras posibilidades. Este es el Ecuador que tenemos y en que vivimos. Ojalá la mayoría parlamentaria se sostenga y las propuestas que llevaron a Lasso a la Presidencia tengan el apoyo legislativo. Que el electorado sea paciente y que las protestas populares que deban ocurrir, sean pacíficas. Que los poderes Ejecutivo y Legislativo actúen con sensibilidad, generosidad y patriotismo y que la cólera no gobierne nuestra conducta. Ventajosamente en democracia hay elecciones y el poder del ciudadano está en el voto.