Gobernar en Ecuador ha sido una tarea a cumplir en condiciones económicas adversas, a menudo en situaciones políticas complejas, frecuentemente con una oposición inflexible y con un poder legislativo en pugna. El fenómeno 2007-2017 fue una excepción.
El gobierno de Correa dispuso de enormes recursos económicos, como nunca antes en la historia de Ecuador; tuvo el beneficio del capital político emanado del descrédito de la llamada “partidocracia” y; la carencia de legisladores afines fue revertida con la infame e ilegal maniobra de la destitución de 57 legisladores y su reemplazo con el primer grupo de obsecuentes, los “diputados de los manteles”.
Después vendría la Asamblea Constituyente de Montecristi, la inefable Constitución y la inédita captación de todos los poderes al punto de que, en el apogeo de la borrachera de poder, el ególatra mandatario dijo que él era el “Jefe de todos los Poderes”, una suerte de émulo de Luis XIV. Con ese enorme poder y circunstancias económicas y políticas favorables, los resultados fueron magros. Enunciar la lista de fracasos, ineptitudes y atracos sería muy largo. No obstante, con desbordado cinismo se manifestó que “la mesa quedaba servida”.
Resulta que a Lenín Moreno le tocó gobernar en los tiempos de la crisis post- década perdida. Le tocó comprobar, porque indica que no lo sabía, que la mesa estaba repleta de problemas y deudas por pagar. Le tocó verificar, porque no lo sabía, -qué ingenuidad-, que la corrupción había sido descomunal y generalizada. Le tocó equivocarse al nombrar a ministros de Finanzas correístas a los que tuvo que reemplazar por uno más pragmático y a tono con la realidad.
Le tocó equivocarse con la terna vicepresidencial que representaba lo más acérrimo del correísmo y María Alejandra Vicuña ejemplificó tal equivocación. Le quedan 29 meses a Moreno para enderezar el destino del país. No hay duda de que tiene grandes aciertos como el de reinstaurar la tolerancia y el diálogo; como organizar una consulta popular que está allanando el camino para devolver la institucionalidad destruida.
Gobernar un país en medio de una crisis económica es difícil y requiere de gran poder de decisión. Franklin D. Roosevelt gobernó en medio de la Gran Depresión y Barack Obama lo hizo en medio de la crisis de 2008. Son dos referentes a emular. (O)