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El Telégrafo

Globalización o revolución

22 de julio de 2011

El  siglo XXI halló a la humanidad en una disyuntiva  fundamental: la expectativa de crear una sociedad global en lo económico,  como manifestación de los conceptos políticos y financieros del neoliberalismo, o la posibilidad de desarrollar procesos revolucionarios que solventaran la arquitectura de un modelo de  socialismo  distinto del que se derrumbó en la centuria  pasada,  a consecuencia de errores y deformaciones  ideológicas gravísimas.

Los cientos  de  descubrimientos científicos, de acuciosos almacenamientos de conocimientos tecnológicos, de revalorizaciones culturales, de severas metamorfosis en lo político y social de nuestros  pueblos, la maduración de una nueva ciudadanía consciente de sus derechos, han permitido  que hayan fructificado cambios verdaderamente radicales en América Latina, cuyas dimensiones todavía no son posibles de mensurar, no solo en su profundidad, sino también en sus efectos futuros.

La trascendencia de estas transformaciones, con la  irrupción de nuevos líderes, de masas organizadas y aguerridas  y de  programas de renovación en lo social y lo económico, solventan la revalorización del Estado  como la más importante institución en la existencia de  la raza   humana y, consiguientemente, el reforzamiento  de su identidad  ha impedido que se vulnere  la necesaria autoridad de  lo público sobre  lo privado, que era uno de los objetivos del capitalismo global, de darle a los gobiernos un rol secundario y mediatizado  y en relación de   desventaja sustancial  con las grandes empresas y el mercado.

Las tremendas  crisis económicas y sociales, que están sacudiendo hasta sus  cimientos  a buena parte de los países autodenominados occidentales, Grecia, España, Irlanda, Portugal, y aún a los propios EE.UU., es una demostración palpable  de la falacia de que el Estado solo debe ser un silencioso cooperador de la iniciativa particular  en su afán de generar renta, ya que  la lógica de la ganancia  del  industrialismo productivo  fue  despojado de esa capacidad hace muchos años  por  la acción especulativa  de la interacción financiera que cada día establece operaciones monetarias  de  sumas que desafían a las matemáticas y que son muy superiores, por ejemplo al PIB de Francia.

En el marco de  la nueva realidad política y social de Latinoamérica, sus sustentos civilizatorios indudablemente son una guía  para  naciones del mundo desarrollado.

Indicadores de la economía  ecuatoriana con guarismos de  desempleo del 5%,  con un crecimiento  de más del 6%, y con una inversión cuantiosa en las áreas sociales  y de infraestructura en lo vial y en lo energético, demuestran sin ninguna duda cuál es el camino para el progreso, para el rescate de las grandes mayorías  sumidas en la pobreza.

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