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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Glas, el plagiador

16 de diciembre de 2017

Jorge Glas fue condenado por el delito de asociación ilícita, pero el plagio de su tesis se mantiene en la impunidad. La deshonestidad académica que cometió Glas quedó suficientemente demostrada, sin embargo, ni la universidad en que se graduó -la Espol- peor la Senescyt hicieron nada al respecto.

El plagio es el acto de apropiación de ideas, palabras y trabajos de otros, sin reconocer su autoría. Puede ocurrir en algunos casos sin intención, cuando son estudiantes y están en proceso de entender la dinámica de los trabajos académicos; cuando no saben bien cómo citar; o, como en este caso, que se hizo copy/paste de una innumerable cantidad de páginas de un sitio web, con clara mala fe. Sin embargo, por más que esta fuente -El Rincón del Vago- hubiese sido referenciada, habría constituido una falta grave, porque ni es fuente autorizada para un trabajo de graduación, y tampoco se puede hacer copy/paste de 70 páginas, por más que se cite la fuente.

El plagio es entendido por algunos autores, como Hexham, como un acto cometido por un ladrón de poca monta, un ladronzuelo.

Lo ocurrido en nuestro país nos demuestra que no siempre es así. El ladrón resultó un pillo de alta monta, y la propia universidad encubrió al plagiador. De esta forma se sentó un pésimo precedente para la comunidad académica y para la sociedad. El plagiador, en adelante, tuvo la vía expedita para hacer sus fechorías con el manejo de los recursos públicos, a través de innumerables delitos a los que ahora tendrá que responder.

Muy distinto sería el escenario actual si a este sujeto se lo hubiese sancionado: la academia retirándole el título; el Presidente, exigiéndole la renuncia; su partido político, sancionándolo moralmente; la Asamblea, apartándolo del cargo; y el Estado de derecho, castigándolo civilmente. No estaríamos lamentando la vergüenza de un vicepresidente sentenciado que se niega a renunciar, ni su propia familia estaría afectada por su condena.

Es necesario que en la comunidad universitaria se trabaje rigurosamente para educar sobre honestidad académica a nuestros estudiantes e incluso docentes. La impunidad académica debe ser sancionada, porque los ladronzuelos de hoy pueden convertirse en los delincuentes colosales del mañana. (O)

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