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El Telégrafo
Bernardo Sandoval

George Floyd

31 de mayo de 2020

Fue dramático ver que un ciudadano estadounidense, negro moría tras ser aplastado su cuello por la rodilla de un oficial de policía, blanco.  La visión horripilante le ha mostrado al mundo la prepotencia, el abuso, el irrespeto por la vida y el racismo que se ha apoderado de la fuerza policial de los Estados Unidos y que, penosamente, no ha cambiado a pesar de los múltiples incidentes que muestran que tal actitud se ha incorporado, como cáncer, en la vida de dicho país. El eufemismo de nombrar a los ciudadanos de color como “afrodescendientes” no ha cambiado la injusta realidad.

El racismo, fenómeno mundial, que permea fuertemente en la fuerza policial de algunos países, en   Estados Unidos, tiene ribetes dramáticos por la frecuencia y notoriedad de los abusos y en los que, casi nunca, ha habido la debida sanción. Los policías, autores de estos hechos de violencia extrema, a ciudadanos desarmados, muchas veces agredidos brutalmente incluso después de haber sido sometidos físicamente, han sido absueltos o han sido sentenciados a penas irrisorias.

La conducta abusiva de la policía tiene, indudablemente, sesgos raciales. La proporción de abusos policiales que derivan en muerte, es mucho mayor en contra de afrodescendientes e hispanos, demostrando estadísticamente que los excesos están motivados en el perfil racial.

Insólito que un país que vivió una guerra civil hace algo más de un siglo y medio por abolir la esclavitud y en la que Abraham Lincoln fue la figura paradigmática de la libertad de los ciudadanos negros;  impensable que un país en el que el mensaje  y la acción de Martin Luther King Jr. reivindicaran los derechos de los negros para lograr la eliminación de la segregación racial facultada por la Ley; inaceptable que un país en el que el legado de razón y justicia por parte de estos gigantes de los derechos humanos, asesinados por racistas blancos, siga mostrando estos rasgos de horror social.

George Floyd es el nombre del ciudadano negro, cuyo martirio en Minneapolis, presenciado por el mundo entero, debe ser motivador del desarrollo de conciencia transformación y justicia. ¡Que su martirio no sea en vano! (O)

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