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El Telégrafo

Generalización apresurada

10 de abril de 2011

El facilismo con que a veces abordamos ciertos temas nos lleva a caer en la “generalización apresurada”, actuando irreflexivamente y con injusticia. La ciencia del Pensamiento Crítico identifica a esta falacia como una de las más frecuentes que, por ignorancia, simplicidad o mala intención, difundimos y/o aceptamos con ingenuidad, torpeza e irreflexión.

Las frases cliché contra razas, sexos, nacionalidades, ideologías, religiones, clases sociales, profesiones, etc., no son nuevas; el vicio de generalizar nace en la mente como una deformación de la realidad que puede ser creída o creada; en el primer caso tendríamos a una persona sinceramente equivocada, mientras que en el segundo estaríamos ante alguien con una finalidad insana.

En nuestro país, últimamente se ha extendido la generalización contra sectores como el policial, jurisdiccional, empresarial y periodístico, tratando de estereotiparlos para explicar una presunta realidad, ocasionando daño a ciudadanos honestos que existen en todo segmento, profesión y gremio, como también existen malos elementos en sectores que nunca se mencionan por ser sus actividades menos públicas.

Por ejemplo, poco se habla de la ética profesional de los ingenieros, arquitectos, economistas, psicólogos, sociólogos, ebanistas, mecánicos, artesanos, etc., como si fuesen alguna especie angelical apartada de tentaciones y vicios, mientras se estigmatiza indiscriminadamente a jueces, abogados, banqueros, policías, periodistas y empresarios, entre otros, presumiendo que por haber elegido estas actividades o profesiones están en el umbral del infierno, o como si una ocupación fuese propia de una especie humana especial.

Estos juicios erróneos se dan a veces por el mal comportamiento de ciertos elementos, cuyas actividades los exponen más a la opinión pública, pero, si ahondásemos en otros sectores, encontraríamos los mismos vicios con las particularidades de la actividad correspondiente, como si se tratase de una misma canción tocada con otros instrumentos, pues la sociedad es una sola, y lo que está corrupto contiene pus en todos lados.

Cualquiera sea nuestra profesión, saquemos la viga de nuestro ojo antes de ver la paja en el ajeno, no cayendo en el vicio de la generalización apresurada, pues como dijo Hermann Keyserling: “Generalizar es siempre equivocarse”; además, los hombres para conducirnos tenemos el razonamiento y el deber de discernir con sabiduría y sin malicia; menos aún ahora que se habla tanto de injusticias, no condenemos con nuestra lengua a inocentes.

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