Agustín Laje, joven filósofo argentino, en su libro "La Generación Idiota", describe la época actual como un culto a la adolescencia y critica ese repulsivo adolescentrismo que atraviesa el mundo entero. Sobrepasa las taxonomías en la generación X, Y o Z o de las categorías de los millenials, baby boomers. Cada una de estas generaciones trata de diferenciarse unas de otras. Sin embargo, si buscamos un principio homogeneizador, Laje dice que es el idiota. El idiotismo es una suerte de sociedad sin generaciones; es una transgeneración degenerada.
Hoy todos podemos ser adolescentes, así como podemos ser hombres o mujeres o viejos o jóvenes. Podemos ser lo que nuestro deseo nos dicte. La adolescencia es el núcleo de una sociedad idiota. La humanidad ha devenido, para empezar, con una diferenciación de los ancianos. Estos, desde las sociedades arcaicas o medievales, donde eran valorados, hoy son excluidos. Es la adolescencia la etapa mandatoria o excluyente.
La idiotez cultiva la frivolidad para diferenciarse del resto. La frivolidad de la moda desplazará incluso al discurso político. El político tendrá que hablar, bailar, cantar o caminar para ingresar en el ranking de los elegidos. Porque esta cultura de la idiotez organizará el diseño de una nueva sociedad. El adolescente ocupará ese sueño del socialismo del Hombre Nuevo.
¿En qué ha quedado la familia? Se rompió la estructura jerárquica para dar paso a un grupo humano unido por lazos de sangre y guiados por una cultura de idiotez adolescente. Ahora son los adolescentes los que imponen el orden. Los padres también se someten a ellos, a sus deseos y órdenes. Los adultos también quieren ser adolescentes. Sujetarán su autoridad a los requerimientos de sus hijos. La mantendrán mientras cumplan los sueños de sus hijos. Se desbarrancarán si no los cumplen.
El papel de la educación hoy se ha visto invadido de propaganda LGBT desde los primeros años hasta la universidad. Los padres descansan en las instituciones. En nombre de la inclusión, la familia ha abandonado su rol principal de la formación. Y en la universidad parecería que la seducción de la matrícula garantizaría la obtención de un título profesional. Los profesores deben garantizar la promoción de sus estudiantes a cambio de mantener el puesto.
De todas maneras, hay individuos que están escapando de este estado de la cultura del idiota... Son una minoría que intenta salvarse.