En la búsqueda por entender cómo nuestra sociedad está evolucionando en su percepción y actitud hacia el trabajo manual, exploro una cuestión que me ha intrigado desde que viví en los Estados Unidos y comparé las diferentes perspectivas culturales sobre esta labor esencial. En este artículo, exploraré junto a ustedes el significado y la importancia del trabajo manual en el desarrollo personal y cómo las actitudes hacia esta forma de trabajo pueden moldear nuestra sociedad.
Desde el inicio de la colonización hasta las sociedades contemporáneas en América, las actitudes hacia el trabajo manual han sido influenciadas por una variedad de factores históricos y culturales. Mientras en América Latina, el trabajo manual está asociado con un estatus social más bajo debido a una historia marcada por la explotación y desigualdad, en los Estados Unidos, el espíritu pionero y la ética del trabajo han sido fundamentales para su manera de valorar el trabajo manual.
Las actitudes frente al trabajo manual tienen implicaciones significativas para nuestra sociedad ecuatoriana. Desde la sobrevaloración de ciertas ocupaciones "de cuello blanco" hasta la escasez de mano de obra en sectores esenciales es crucial analizar cómo nuestras actitudes sobre este tema pueden afectar la equidad laboral y el desarrollo económico del país.
A lo largo de estas reflexiones, examinaremos cómo la desvalorización del trabajo manual puede perpetuar desigualdades, limitar el crecimiento económico y desafiar la preservación de nuestras tradiciones culturales. Además, abordaremos la importancia de promover una mentalidad más inclusiva y respetuosa hacia todo tipo de trabajo, con el fin de fomentar la igualdad de oportunidades y el desarrollo personal en nuestra sociedad.
Para examinar cómo se producen las actitudes de una cultura, hay que remontarse a las influencias históricas sobre el tema que tiene cada país.Las características fundacionales de América Latina y las de los Estados Unidos de América son muy diferentes. Las sociedades latinoamericanas fueron moldeadas por un régimen colonial en donde las castas más altas aprovechaban del trabajo físico de los conquistados en encomiendas, mitas y haciendas, lo que dejó como herencia una jerarquía social estratificada. Mientras tanto, la sociedad norteamericana tuvo como origen a unos primeros colonizadores europeos de religión protestante para quienes la riqueza material que construía una persona era señal de ser "elegida” de Dios. Esto más la expansión hacia el Oeste determinó la necesidad de que la gente quiera ser autosuficiente para su supervivencia y desarrollo.
Como resultado de esas condiciones históricas y culturales en las sociedades latinoamericanas como la nuestra, el trabajo manual está asociado con un estatus social más bajo, mientras que las ocupaciones “de cuello blanco” o profesionales se consideran de nivel más alto. El hecho de que una minoría haya estado por siglos utilizando el trabajo de otros llevó a las élites a una sobrevaloración de su privilegio y a un sentimiento de superioridad, reforzado por su posición social, y a una visión de que el trabajo manual debe ser hecho por “otros”. La falta de experiencia personal en el trabajo manual o la creencia de que ciertos tipos de trabajo manual no corresponde o está por debajo de las personas consideradas de rango social alto, se ha diseminado en toda la sociedad.
Por ello, en ciertos segmentos de la sociedad ecuatoriana, se enfatiza fuertemente en que la obtención de una educación superior y la búsqueda de carreras profesionales es lo que se debe hacer. Este enfoque en los logros intelectuales desprecia, en cierta forma, el trabajo manual. Pero esa desvaloración del trabajo doméstico, del de cuidado, del de actividades agrícolas o artesanales tiene implicaciones negativas para una sociedad como la nuestra. Primero porque mantiene la desigualdad y la discriminación laboral, donde los trabajadores manuales enfrentan salarios bajos, condiciones laborales precarias y menos oportunidades de progreso profesional y, segundo, porque el desprecio a lo manual, puede producir una escasez de trabajadores dispuestos a desempeñarse en sectores esenciales como la construcción, la agricultura, la manufactura y otros servicios fundamentales. Esto puede afectar la economía y la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de la sociedad y puede afectar negativamente a la capacidad de una sociedad para mantener y mejorar infraestructuras y tecnologías importantes.
Si la sociedad desprecia el trabajo manual y valora más las profesiones que implican el consumo de bienes y servicios, podría fomentar una mentalidad de consumismo y desperdicio, lo que tiene impactos ambientales negativos. Por otro lado, los trabajos manuales a menudo están arraigados en tradiciones culturales y habilidades artesanales que han sido transmitidas de generación en generación. Si estas prácticas se desvalorizan y se abandonan, esto puede llevar a la pérdida de valiosas tradiciones culturales y conocimientos muy únicos y especializados, como es el caso de las tradiciones de ebanistería, tallado, tejido tradicional, gastronomía, etc.
¿Cómo cambiamos la mentalidad de aversión o desprecio hacia el trabajo manual en nuestra sociedad? Encontré una cita que dice: "Si crees que eres demasiado grande para los trabajos pequeños, quizás seas demasiado pequeño para los trabajos grandes". La cita es un juego de palabras que nos hace ver que, si alguien piensa que ciertos tipos de trabajo está por debajo de él, tampoco tendrá la mentalidad, la madurez o la experiencia para desempeñar un trabajo de alto nivel. Todas estas reflexiones nos llevan a creer que es necesario educar a los jóvenes para que valoren todo tipo de trabajo. Las personas no nacen con aversión al trabajo manual, son los padres o la escuela los que promueven actitudes positivas hacia realizarlo o los que las limitan.
Japón es un ejemplo de haber integrado el trabajo manual en su educación. Los niños aprenden desde muy pequeños a ser autosuficientes, a cargar sus mochilas, a limpiar los lugares que usan, a ordenar sus espacios. Hasta los recolectores de basura enseñan a los niños a cómo manejar su basura, los visitan en las escuelas y les muestran cómo manejar sus desechos y por qué es importante hacerlo bien. Esto genera respeto por los recolectores de basura y por cualquier otro tipo de trabajo manual.
En Ecuador tenemos jóvenes que piensan que el trabajo manual está por debajo de ellos. Inclusive hay algunos que quieren hacer un trabajo de tipo manual, pero tienen miedo de cómo los juzguen los demás. ¿Por qué no podemos simplemente valorar el trabajo manual, doméstico, de cuidado y de servicios, como un trabajo bueno, decente e indispensable? ¿Por qué tenemos que seguir con los prejuicios de que una ocupación define quién es una persona y cuánto vale?
Mi primer trabajo en los Estados Unidos fue de empleada doméstica. No era algo en que me viera seguir haciendo por el resto de mi vida, pero, sin lugar a dudas, fue muy aleccionador. Aprender a realizar tareas domésticas básicas me permitió ser más autosuficiente, desarrollar la habilidad de cuidar de mí misma y de mi espacio personal, administrar mejor mi tiempo y mantener mi entorno limpio y organizado. Todo ello me proporciona, aún ahora, una sensación de calma, comodidad y satisfacción personal. Pero aún más importante: al realizar trabajo doméstico aprendí a apreciar y respetar el esfuerzo y trabajo de aquellos que lo hacen día a día.
Todas las formas de trabajo, ya sean manuales o intelectuales, son esenciales para el funcionamiento y el avance de una sociedad. Tradicionalmente, muchas tareas domésticas han sido asignadas a las mujeres, lo es una de las taras de desigualdad en nuestra sociedad. Hombres y mujeres debemos aprender a hacer el trabajo doméstico para lograr ser más autosuficientes. Además de que compartir estas responsabilidades de manera equitativa en el hogar ayuda a fomentar la igualdad y produce hogares mejor avenidos.
Creo que en este siglo algunos ecuatorianos jóvenes están cambiando de perspectiva respecto al trabajo manual. Las circunstancias les obligan a hacerlo. La dolarización y las políticas de protección a las trabajadoras domésticas, por ejemplo, han cambiado ya la forma en que las familias de la clase media ecuatoriana ven el trabajo manual. Sigamos cambiando nuestras perspectivas y enseñemos a las nuevas generaciones a valorar el trabajo clave que se hace con las manos. Será muy satisfactorio para los jóvenes volverse autosuficientes y respetar el trabajo manual.