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El Telégrafo
Maximiliano Pedranzini. Ensayista argentino

G-20 o teleodicea 2

25 de diciembre de 2018

En consecuencia, el G-20 es una ilusión, en el sentido más estricto de la palabra. Es, a priori, una simbolización del poder mundial. Fuerte. Contundente. No por la Cumbre en sí misma que no significa nada, sino por el selecto grupo de países que lo encabeza y que se disputa ese poder.

Lo que terminó sellando este G-20 como acontecimiento histórico en pleno desarrollo es que el mundo retornó a la bipolaridad, barriendo los escombros de la lánguida estructura multipolar inaugurada con el 9/11. Otro derrotero de la historia que duró demasiado y que, ahora, concentra sus energías en polos bien definidos: EE.UU.-China; representado en lo que parece ser simplemente una guerra comercial. Siempre hay algo más de lo que insinúa una escaramuza arancelaria. Lo que es indudable es que esta renovada bipolaridad entre Occidente y Oriente, a diferencia de la otrora que se abrió con la Guerra Fría, se encuentra ampliamente diseminada en múltiples frentes con actores que juegan un papel específico para alguno de los dos bandos: China en África, Rusia en Siria; EE.UU. en Latinoamérica, etc.

Las peligrosidades que encarnan las teleodiceas son infinitas y van de mayor a menor. Sin embargo, las que más preocupan son las subrepticias. Las que se pergeñan en silencio y que buscan hundir en el sistema de dominación las identidades de nuestros pueblos en eso que desde hace tiempo llamamos aldea global. Aniquilar la naturaleza con el insaciable ímpetu de acumulación bajo un acuerdo de cartón pintado para distraer la atención de serviles e incautos, y, con él, las diferencias y el derecho a la autodeterminación. Siempre vejado. Siempre violentado por el imperialismo.

Durante esa semana, el fútbol de la miseria, llamado “superclásico argentino” por la patria futbolera, ocupó las tapas de los principales diarios y portales del planeta, mientras 20 naciones decidían el destino de dominados y dominantes en una melodía que ya la venimos escuchando, pero con cambios en la orquesta. El gatopardo del G-20, en el que nada ha cambiado. Solo el balance de cómo se seguirán repartiendo el poco mundo que nos queda. Pálido final, como versa un viejo tango de Alfredo Faustino Roldán: “¡Qué triste está la calle!... la noche es más oscura... Frío, dolor y soledad...”. Así es este final. (O)

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