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El Telégrafo
Bernardo Sandoval

El futuro incierto

01 de mayo de 2022

El gobierno de Guillermo Lasso está por cumplir un año.  Su obra más notable fue el vacunar a 9 millones de ecuatorianos en 100 días.  Aparte de ello es muy poco lo que ha logrado y, ciertamente, su manejo político ha sido errático y revelador de poco sentido de habilidad para la conducción de las relaciones con las otras funciones del Estado.

 

Muy criticable fue el que se haya planteado siquiera el pactar con el correísmo y los social cristianos para, supuestamente, garantizar la gobernabilidad.  Este pacto, traidor a la voluntad de los electores, no se consumó por la ostensible crítica de la mayor parte de la opinión pública que consideraba aberrante esta potencial alianza.  Sin embargo, los acontecimientos de los hábeas corpus reavivan esta posibilidad.

 

De otro lado, también resulta criticable que haya elegido como colaboradores de alto nivel y de nivel medio a personajes que fueron militantes de la llamada revolución ciudadana.  Es obvio que estos personajes jamás van a procurar el éxito del gobierno de Lasso, y, al contrario, buscarán torpedear su gestión.  Resulta incomprensible que, habiendo trabajado por 10 años, en forma continua y casi obsesiva por alcanzar la Presidencia de la República, no haya podido aglutinar un equipo de trabajo altamente competente y haya recurrido a figuras recicladas de gobiernos anteriores.  De hecho, parece que el partido CREO se ha forjado exclusivamente con el propósito de colocar en la Presidencia a Guillermo Lasso y, de ningún modo, para constituir una fuerza ideológica y programática que trascienda en el tiempo en la política nacional.

 

Al pensar en la motivación de Guillermo Lasso para alcanzar la Presidencia se puede especular algunas hipótesis.  La primera, de connotación negativa y suspicacia perversa, que no creo, es la de acceder al poder para favorecer a la banca y a los grandes grupos de poder económico.  Insisto, no lo creo.  La segunda es que lleno de patriotismo y, habiendo logrado amasar una fortuna a base de trabajo esforzado, a lo largo de muchos años, ha querido sacrificar una vida llena de comodidades y de logros para dedicarse a la noble tarea de tratar de mejorar la realidad ecuatoriana.  Podría ser y ojalá así haya sido.  Ciertamente, sus convicciones religiosas permitirían suponer que actúa de buena fe.  La tercera es que, lleno de la vanidad que caracteriza a los políticos y aspirantes a políticos, haya querido dejar su nombre en la historia y, lograr, ojalá, conducir dignamente el gobierno. La tercera teoría parecería ser la más probable, lamentablemente.  Si acaso el patriotismo de convicción hubiese sido la motivación de su deseo presidencial, hubiese escogido la muerte cruzada para obtener la gobernabilidad que anhela, especialmente cuando el poder legislativo es una vergüenza total.  Tenía el capital político para hacerlo y no lo hizo.  Hoy ha perdido la oportunidad y su capital político es magro.  El futuro es incierto y los próximos tres años parecen ser de gran turbidez.

 

Insisto, actitud patriota hubiese sido asumir el riesgo de la muerte cruzada.  Si triunfaba, lograba la anhelada gobernabilidad.  Si perdía, se iba a la casa con la dignidad de no haber cedido a los chantajes. Ojalá obtenga alguna inspiración para que lo que le queda de gobierno sea diferente y positivo.

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