Ante la declaratoria de guerra, el futuro de Ecuador está en juego. Todos los hechos de violencia, registrados los primeros días de este mes, causan terror entre la poblacióny generan psicosis. Urge resolver el problema estructural de las violencias, porque éste es un solo país, un solo Estado, más allá de quien nos gobierna.
Apenas nacía noviembre, nos despertamos con más de una decena de ataques terroristas y con datos alarmantes de la Policía Nacional donde la tendencia de la tasa de homicidios proyecta a terminar el año con 24 homicidios por cada 100 000 habitantes, de los más altos de la historia y actualmente de la región. Todo esto en el contexto de gigantescas incautaciones de droga y operativos de control dentro de las cárceles.
Está claro que, sin una masa crítica social, difícilmente se podrán iniciar los cambios necesarios para consolidar un sistema democrático que no tenga los aberrantes índices de violencia e impunidad. Apremia poner freno a una lacra que va en aumento durante el 2022, desde que el narcotráfico pretende acabar con la institucionalidad de este pequeño país, otra hora ‘’isla de paz’’.
A los ecuatorianos, los responsables de los ministerios del Interior, Seguridad y Defensa, deben entregar certeza de que hay un plan para poner fin a la lacra homicida, porque las instituciones ordinarias que procuran justicia se encuentran colapsadas. A los asambleístas, quienes no dieron paso a leyes como el uso progresivo de la fuerza y negaron la colaboración de las Fuerzas Armadas con la Policía, los electores deben exigir rendición de cuentas. El terror por el cual actualmente atraviesa Ecuador necesita revisarse sin apasionamientos ideológicos, observarse a la luz del análisis periodístico, sin fobias, para poder hacer una aproximación a la verdad.
La violencia generalizada en Guayas, Esmeraldas y Santo Domingo de los Tsáchilas, más allá de la espiral de terror y muerte que genera entre la sociedad, es de esperar que no se convierta en el plato fuerte por parte de quienes -a través de teorías de la conspiración- pretenden cimentar sus proyectos políticos con base en el uso propagandístico de la misma violencia.
Sabemos que el conflicto del país es estructural por haber heredado errores y omisiones del pasado. El mensaje esclaro: tenemos el presente para actuar y trabajar activamente por la paz. Solo la unidad nacional, puede blindarnos contra el crimen organizado y la delincuencia.
Por supuesto que el gobierno debe responder con acciones estratégicas y firmes, la oposición y sus críticas constructivas, ayudarán a remar hacia el mismo lado, el silencio de algunos políticos y la verborrea de otros, no merecen comentar; mientras que obliga a una parte del periodismo a enterrar el narcicismo, vanidad, populismo y espectáculo que afectan la inmadura democracia. El periodismo serio y responsable demanda actuar desde los principios. Este es el momento para sentar las bases de una sociedad de paz con medidas de largo plazo como el acceso a la salud, educación, empleo, vivienda y crédito para atacar el problema de raíz.
Queremos pensar que el gobierno parte de un diagnóstico claro, que analizó el nivel de involucramiento de grupos criminales con empresas formales y grupos políticos, el grado de penetración de la cultura delincuencial, la resiliencia de las organizaciones criminales ante la destitución de sus líderes o su capacidad de fuego. No es pecar de pesimismo al creer que se revisó la capacidad de las instituciones y no simplemente pensar que la fuerza armada terminaría con la violencia.
Desde las esferas política y de comunicación del gobierno,como primer paso, debería existir una generación de narrativas que expliquen la naturaleza de las violencias. No hay una monolítica explicación de la misma. Las violencias se gestionan desde lo local entre actores diversos, públicos y privados, por el control de territorios, recursos y mercados lícitos e ilícitos. No se trata de actores aislados sino de redes interconectadas que demandan impunidad.
Explicar las causas y transmitirlas al entorno social permitiría su entendimiento, además de que generaríanempatía, responsabilidad colectiva y articulación social.Algunas experiencias internacionales apuntan a una serie de acciones para desarticular las redes y des capturar al Estado. Todo ello es complejo y toma años. Se requiere un compromiso de Estado- no de gobierno- con un amplio respaldo social.