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El Telégrafo
Sebastián Endara

El futuro de la humanidad

13 de diciembre de 2019

A los 71 años de la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos, y contradiciendo ese viejo y maltratado cliché, me permito afirmar que el futuro no está en los niños, sino que está en los docentes que forman a esos niños. Quizá es una gran responsabilidad para los docentes, pues a los niños los formamos todos, directa o indirectamente con nuestro ejemplo, con nuestros hábitos, con nuestros medios de comunicación, con la forma en que tenemos de gestionar nuestra vida colectiva.

Pero ya que la escuela como institución está pensada exclusivamente para la educación, son los maestros los que tienen que asumir directamente este reto. No por nada, la docencia es la profesión más relevante para el futuro de la colectividad y, naturalmente, para el futuro de la democracia, que por provisional e imperfecta que sea, es la vía que tenemos para alcanzar el bienestar y la justicia de todos en el respeto de la libertad y las diferencias.

Entonces es fundamental tener docentes bien formados, y para tener docentes bien formados se requiere un presupuesto sólido y una política de Estado suprapartidista que respete y acreciente la inversión en la educación, más allá de los gobiernos de turno. Solo así se podrá pensar en transformar el fallido proyecto nacional estatal ecuatoriano ligado a la geopolítica del capital industrial, en un proyecto para la construcción de una república libre, democrática, popular, laica, de Buen Vivir.

Y evidentemente la buena formación de los docentes tiene como un componente clave su formación política, que no es formación ideológica, pero que constituye un marco de referencia y reflexión ético político a partir de ciertos principios elementales de convivencia que bien podrían estar atados a la defensa, protección y expansión de los DD.HH. Desde los orígenes griegos, la Paideia tenía como objetivo formar personas de bien.

Así el objetivo de la enseñanza hasta la actualidad ha consistido en formar buenos ciudadanos, pero necesitamos saber qué es ser buen ciudadano en una estructura social cada vez más desigual, injusta e inequitativa y qué debemos hacer para transformarla. (O)

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