El fútbol, el deporte que se convirtió en espectáculo, es una eterna epopeya de héroes y villanos, inmersa en una guerra danzada de rituales y sublimación. Las primeras rivalidades entre naciones surgieron formalmente en el siglo XIV, cuando pueblos enteros pateaban y empujaban el balón contra otros, en medio de montoneras y puñetazos. El fútbol se transformó naturalmente en una celebración de identidad y reconocimiento. Incluso los aztecas, vencedores de este ritual, pintaban su cuerpo con franjas rojas, sacrificando sus almas para ofrendar a la tierra fértil y al suelo generoso.
El fútbol y la patria están siempre entrelazados; cuando la selección de un país entra al campo, florecen, casi por instinto, los sentimientos nacionalistas y la noción de 'patria' se eleva a dimensiones exaltadas. Sin embargo, este sentimiento de unidad es efímero: se desploma ante la derrota y se desvanece, poco a poco, tras la victoria.
La pasada jornada 8 de las Eliminatorias rumbo a la Copa del Mundo 2026 ha escrito nuevos capítulos. Colombia, en un acto de reivindicación, venció a Argentina 2-1, sanando las heridas de la final perdida en la última Copa América. Bolivia sorprendió a Chile con una histórica victoria por 1-2. Paraguay, con autoridad, se impuso 1-0 a un Brasil que parece haber perdido el brillo mítico de tiempos pasados. Mientras tanto, Venezuela y Uruguay firmaron un empate sin goles. En el ámbito nacional, Ecuador rompió un hechizo de 13 años al derrotar a Perú por un ajustado 1-0. La llegada del nuevo técnico, Sebastián Beccacece, invita a la 'Tri' a reconectar con su hinchada, tras el agridulce legado que dejó Félix Sánchez Bas. Octubre y noviembre traerán consigo cuatro nuevas jornadas decisivas, que definirán el camino hacia la clasificación al Mundial 2026.
El estadio se alza como un majestuoso castillo, rodeado por un foso que resguarda el sagrado terreno. En su centro, una raya blanca delimita los territorios en disputa, marcando el inicio de un combate entre viejos odios y amores heredados. El fútbol es tanto ritual como espectáculo; tiene su templo y sus héroes, sus sabios y sus mártires. Pero en el fútbol de selecciones, el 'nosotros' siempre se antepone al 'yo'. El escudo del país se lleva en el pecho, cerca del corazón, mientras el nombre descansa en la espalda, porque el país siempre va al frente.