Fuga con pajarillo, obra del venezolano Aldemaro Romero, es una de las piezas musicales más hermosas que uno pueda escuchar alguna y muchas veces en la vida. La sola enunciación de su nombre logra la metamorfosis, que se va desatando en la liviandad del vuelo sobre las llanuras del Orinoco. Si uno está triste, llora, llora mucho por Venezuela, mientras va planeando el amor intenso y feliz por ese país latinoamericano.
Caracas, a más de 500 kilómetros del Orinoco, es hoy un campo de batalla donde los grandes imperios miden sus fuerzas disputando tres cosas: la apropiación de las mayores reservas de petróleo del mundo; el dominio de nuestro continente y el control del mercado latinoamericano. Es mentira, es mentira que los imperios del mundo estén interesados por la calidad de la democracia de Venezuela, están detrás de los recursos naturales, actúan movidos por su fe en el desarrollo capitalista, para proteger sus inversiones, garantizar el retorno de sus préstamos, o en otro caso, para recuperar el control político y repotenciar el viejo modelo de sus casinos especulativos, pagando para ello muy bien a la burguesía nacional de turno, políticamente torpe.
Los imperios existen, no son solo una enunciación. Han llevado y llevan siempre la guerra por el mundo y cobardemente utilizan los territorios periféricos, preservando de esa manera sus áreas nucleares. Si en algo están de acuerdo es en proteger sus centros de poder, donde al final de cuentas se entrelazan y hacen alianzas por medio de sus trasnacionales. Así son de hipócritas y contradictorios, se enfrentan con las armas en ciertos lugares, se beben la sangre de los pueblos nobles y luego se abrazan en Wall Street.
Los grupos poderosos del mundo le han rajado la vida a todo un continente, cuya mayor virtud es haber sido capaz de hacer de la utopía la vocación por la paz, los sueños de emancipación y la literatura, un alimento para la reproducción social. América Latina es víctima desde hace doscientos años de diferentes imperios y de la voracidad de las economías de escala. La principal debilidad ha sido la dependencia económica de sus países, obligados a vender sus materias primas sujetas a precios inestables y a endeudarse para enfrentar los ciclos de crisis o recesión, que siempre se repiten y son asimilados como novedad, a causa de nuestra desmemoria.
La primera deuda externa fue adquirida con Inglaterra, potencia que fingió alianza a principios del siglo XIX, apoyando las independencias para disfrazar sus verdaderos intereses ligados a la explotación y apropiación de nuestras riquezas naturales. Después fuimos sujetados por grupos financieros estadounidenses que se arroparon con la estrategia neoliberal, el consenso de Washington y el FMI.
Más tarde buscamos la diversificación y adquirimos créditos y compromisos con China, cuyos grupos pretenden garantizar el retorno mediante inversiones y participación en obras. Muchas veces el líder cubano, Fidel Castro, advirtió que no habrá solución definitiva para los problemas de nuestra América, mientras siga operando la ley fáctica del continuo deterioro de las relaciones internacionales de cambio (2006).
Fuga con pajarillo, en la versión de Gustavo Dudamel, uno de los genios contemporáneos de la música, es armonía infinita entre el arpa, el cuatro, los sonidos de viento y el predominio de miles de cuerdas de violín. Cuando suenan todos juntos, el pajarillo desafiante logra el escape con estrategia de contrapunteo, rapidez, pausa y movimiento, hasta alzarse al fin y sostenerse joropeando en el aire puro de los llanos venezolanos.
Después de escuchar, ver y vivir la fuga con pajarillo, se comprende que, para entender el conflicto en Venezuela, primero hay que lograr la visión compleja y de altura que solo puede tener un pajarillo. (O)