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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

Frente a la crispación

11 de enero de 2022

A poco de cumplir dos años en medio de la pandemia causada por el coronavirus, hay una especie de agotamiento generalizado, derivado en buena parte de la incertidumbre, de la preocupación por la falta de conocimiento de cómo evolucionará el virus, cuáles serán las mutaciones que aparecerán, en esta especie de juego de ruleta rusa en la que la situación se ha convertido. 

Cuando parecía que dábamos un suspiro de alivio con la aplicación de las dos dosis de las vacunas más la de refuerzo, de pronto aparece “Ómicron”, como una variante y faceta de némesis, a tomarse la revancha y a atacar de manera no selectiva a vacunados y no vacunados, a quienes habían contraído el virus en anteriores ocasiones y a quienes no, demostrando una capacidad de contagio mayor a las cepas anteriores. 

Por supuesto que estamos conscientes de que la vacuna ayuda a que el virus no ataque de manera tan despiadada y que la mayor parte de los casos no revistan gravedad o necesiten hospitalización y cuidados intensivos. Pero el virus está ahí, cambia con cada giro y hasta combina diferentes variantes como el denominado deltacron, lo que genera más y más angustia, ese estrés que no para y que afecta a todos de una u otra manera. 

Esa crispación se evidencia en mayor beligerancia y hasta violencia de unas personas con otras, a adoptar actitudes de quemeimportismo que indudablemente entrañan una gran peligrosidad, a pensar que ni los cuidados mayores nos dejan al margen de la terrible pandemia que nos acosa en estos dos últimos años. 

La crispación no es buena compañera ni consejera, exacerba los ánimos y vuelve más difícil la convivencia. Frente a ello caben la reflexión y el razonamiento, el análisis de lo que la ciencia ha conseguido en un tiempo récord, si analizamos lo que fueron las pandemias anteriores y en la necesidad de conservar la ecuanimidad.  

Hay que depositar una buena dosis de fe en los avances de la ciencia, pero también en la necesidad de seguirnos cuidando, manteniendo vigentes los consejos de médicos y científicos, y sobre todo conservar la calma si queremos salir adelante como personas y como humanidad.

 

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