La quincuagésima tercera edición de la Conferencia Anual del Foro Económico Mundial también conocido como el Foro de Davos inició el pasado 16 de enero. Este foro es una organización no gubernamental con sede en Cologny, que reúne anualmente en Davos (Suiza), a los principales líderes empresariales, líderes políticos internacionales, empresarios, filántropos y periodistas e intelectuales selectos, a efectos de analizar los problemas más apremiantes que afronta el mundo desde 1971.
Este 2023 el foro ha centrado su actuación en la premisa “cooperación de un mundo fragmentado” y las principales problemáticas a ser tratadas son los riesgos económicos latentes como una posible recensión mundial, los efectos sociales post COVID-19 y la guerra ruso-ucraniana. En este sentido las conferencias y paneles han girado en torno a a cinco temas; la crisis energética y alimentaria, la alta inflación y el bajo crecimiento económico, los obstáculos de la industria moderna para aprovechar las nuevas tecnologías, las vulnerabilidades sociales y los riesgos geopolíticos.
En lo económico se publicó los resultados de las encuestas realizadas a los empresarios más influyentes a nivel global (quienes también son parte de los financiadores del foro) y los economistas destacados. Estos creen que el mundo enfrentará una recesión mundial en los años venideros. Esto significará grandes pérdidas económicas que provocaran recortes de gastos en sectores productivos y en las cadenas de producción globales.
En el tema geoeconómico China y Estados Unidos han llevado a cabo varios intentos por llegar a acuerdos comunes. La secretaria del tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen se reunió con el viceministro chino Liu He, por primera vez de forma presencial dentro del Foro. Esta reunión se dio como parte del compromiso mutuo para trabajar en aliviar las tenciones luego de las controversias entre los gobiernos de ambas naciones. Los temas tratados en esta reunión fueron el papel de China como el principal acreedor del mundo, y su compromiso para reestructurar la deuda de las naciones más afectadas por la recesión provocada por la pandemia.
Por su parte, para el bloque europeo el Foro ha sido un espacio para ahondar en el debate sobre la necesidad de terminar la Guerra ruso-ucraniana con una victoria de Kiev. El inicio del cronograma oficial del Foro estuvo marcado por el discurso de apertura de la primera dama de Ucrania, Olena Zelenska, dirigió sus palabras a los representantes de la delegación China con la intención de entregar una carta dirigida al presidente Xi Jinping, en la que cuestiona el silencio de Beijing frente al conflicto. Además de estas declaraciones están las de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von derLeyen, quien anuncio un paquete de ayuda económica para Ucrania, y las fuertes declaraciones de la primera ministra de Finlandia quien reafirmaba la necesidad de una victoria de Ucrania.
Otras organizaciones gubernamentales han sido críticas con las discusiones dentro del foro. Por ejemplo, Oxfam Internacional ha criticado que su propuesta de poner una carga impositiva de 75% a la renta al 1% más rico ha sido opacado por proyectos filantrópicos. Esto genera que las brechas económicas mundiales se sigan acrecentado, mientras que las élites abandonan su responsabilidad, la cual se desvanece en discursos y en proyectos que son bien publicitados pero que tienen efectos mínimos en los cambios estructurales que necesita el mundo.
El Foro ha dejado en evidencia que cada región mantiene intereses particulares que han sido muy difíciles de aglutinar en una visión común. Por su parte la división no solo se la visualiza en los intereses disímiles de los Estados-nación, sino que también en la falta de preocupación del Foro por los mundos plurales que coexisten con las élites pero que no tienen una voz para poner sus preocupaciones dentro de las agendas de desarrollo globales.