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Ecuador, 22 de Febrero de 2025
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El Telégrafo

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Iván Rodrigo Mendizábal articulista

“Flow”: el arte de sobrevivir

22 de febrero de 2025

La multinominada y ganadora de premios, “Flow” (2024) del letón Gints Zilbalodis, es un hito en la animación cinematográfica. Lo es porque es una película realizada con un software de código abierto, hecho que sugiere que para hacer cine no se requieren aplicaciones sofisticadas de mercado, sino aquellas que circulan en la red de forma gratuita, además alimentadas por comunidades de informáticos que abanderan la distribución y el uso libre de programas de computadora. Pero también es un hito, porque es un filme proveniente de Letonia, país báltico, independiente desde hace décadas de la ex hegemonía socialista soviética. Aunque hay cine letón en la actualidad, es claro que este no ha circulado por nuestros países, salvo la película que comentamos ahora.

“Flow” es un filme de animación acerca de un gato negro que sobrevive en medio de un hábitat hostil en el que no existen los seres humanos, de los cuales solo quedan vestigios como sus ciudades, construcciones, mobiliario y objetos dispersos. Es así como los animales, dado su instinto y su capacidad de adaptarse a las condiciones más adversas, son los únicos sobrevivientes; ellos deben lidiar el día a día con lo que encuentran a su paso, incluso depredando, como es su propia condición. Estamos así ante una especie de película postapocalíptica donde los animales, para sobrevivir, o deben luchar o buscar ciertas compañías, aunque, a la par, deben enfrentar sus miedos.

Y precisamente eso es “Flow”, cuyo título traducido es “fluir”. Este vocablo tiene varios sentidos como correr, discurrir, escapar, derramarse, circular, atravesar, destilarse, salir, surgir, brotar… Es decir, fluir evoca la idea de dejarse llevar o de hacer que algo emerja. El viaje del gato negro asemeja al viaje del héroe, monomito estudiado por Joseph Campbell en “El héroe de las mil caras”, monomito que alude a que una persona, impelida por algo, a riesgo de perderlo todo, sale de su estado de confort y se adentra a un mundo tal vez sobrenatural donde hallará otras fuerzas y seres a los cuales tendrá que desafiar; este proceso hará que no solo adquiera algo que ignoraba, su propio poder, sino también sea consciente de que no será el mismo cuando vuelva a su hogar. En este marco, el viaje del héroe supone un proceso de cambio y de obtención de algo nuevo. Así, la idea de “proceso” se puede entender también como “fluir”; o salir implicará circular, correr, atravesar peligros, incluso escapar de aquellos hechos que atenten contra la vida. Lo sustancial será, con todo, en este acto de fluir, reconocer un brío propio, quizá ignorado.

El gato negro de “Flow” es un ejemplo del viaje del héroe: su zona de confort, una casa que aparentemente le acogía, pronto es destruida; además tiene hambre e inquietud por lo que sucede a su alrededor. Si conseguir alimentos o estar resguardado de los peligros es un reto, el agua, que inunda todo, es su mayor dilema. Como él, también están otros animales; lo interesante en el filme de Zilbalodis es la capacidad de poder reunirse entre estos, cuando miden sus límites y sus potencialidades o cuando cada uno demuestra alguna potencia propia. Esto no descarta la violencia del pillaje entre ellos, incluso el rechazo entre especies o la muerte que les acecha inminentemente. Si bien el director se esfuerza por ver a los animales en sus propias condiciones, nos damos cuenta de que a veces tiende a comprenderlos desde la dimensión humana, lo que nos lleva a pensar que “Flow” no es más que un drama de un grupo humano en el que el otro, de una condición distinta, tiene que decidir estar y no estar con ellos, a acogerse y saber respetar, a brindar su apoyo y, a veces, dejar que los otros estén fluyendo, sin menoscabar la integridad del grupo que trata de sobrevivir a una situación extrema. Y de eso se trata: en el inicio de todo proceso que implica enfrentar lo más duro, la resiliencia es un factor preponderante.

En la década de los 90 del siglo pasado, el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, sobreviviente de las atrocidades de la II Guerra Mundial, escribió un libro seminal: “Fluir: La psicología de las experiencias óptimas” (también traducido como “Fluir, una psicología de la felicidad”). La cuestión de fondo es el logro de la felicidad; esta deviene, en su opinión, tras el fluir. Ha anotado: “Los mejores momentos de nuestra vida no son los pasivos, receptivos y relajantes… Los mejores momentos suelen ocurrir cuando el cuerpo o la mente de una persona se esfuerzan hasta el límite en un esfuerzo voluntario por lograr algo difícil y que vale la pena”. ¿No hay algo del camino del héroe, arquetipo que funda en realidad toda actividad humana trascendente? Si la felicidad es la consecuencia de un proceso vivido, lo que vale y enorgullece es cómo se lo consigue, es decir, a través de un esfuerzo que enfrenta la fatalidad y compromete a lograr la conquista.

Un estado de flujo supone entonces superar las propias limitaciones, pero también lograr que otros desafíen a sus problemas y juntos salgan indemnes de una situación forzosa. “Flow” consigue comunicar esta idea esperanzadora de que, ante un eventual cataclismo, la diferencia de potencialidades puestas en juego tendría que llevar a una comunidad a salvarse. El gato negro, en este marco, es simbólico, pues augura protección, auspiciando las fuerzas del bien contra un mal superior.

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