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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Flagelo regional

26 de noviembre de 2015

Las incoherencias prevalecientes en la aplicación de políticas económicas en Latinoamérica se puede considerar como la principal causa de la vulnerabilidad social en la cual ha caído la región en las últimas décadas. Situación que se aprecia en los tipos de cambio, las políticas fiscales y monetarias que se ejecutan, así como en la ausencia de un proceso de industrialización, concentrándose en ser suplidora de productos primarios hacia las economías desarrolladas, con objetivos individuales y sin plantearse una integración regional.

América Latina se ha caracterizado en toda su historia por un escaso desarrollo industrial y en ser economías productoras y exportadoras de materias primas, con insuficientes niveles de ahorro e inversión. Con relación a los indicadores sociales, existe un deterioro ancestral cuya expresión máxima son la desnutrición, el analfabetismo, las altas tasas de mortalidad infantil y en lo económico, el más grande desafío que tiene la región es salir del subdesarrollo. En sentido general, se puede afirmar que la ruta de industrialización en el subcontinente se ha caracterizado por el esfuerzo de convertir una sociedad rural en urbana, pero este proceso no se aceleró, fruto de que muchos empresarios latinoamericanos se condujeron más como políticos que como independientes. Además, el Estado se ha consolidado como agente clave en el desarrollo de la industria, ya que actúa como árbitro en la distribución de la riqueza mediante políticas sociales y estimuladoras del desarrollo de infraestructuras adecuadas.

Las crisis económicas generaron tensiones políticas en las diferentes naciones de la región, las cuales, luego de experimentar gobiernos de facto, iniciaron en forma gradual pero sostenida el tránsito hacia la democracia, dando apertura plena a las libertades políticas y las reformas económicas estructurales.

Es en tal contexto que se ha impulsado una macroeconomía que mitigue la volatilidad, fomente la productividad y favorezca la inclusión, sugiriendo el establecimiento de pactos sociales necesarios en un momento de cambios en las relaciones de poder entre el Estado, el mercado y la sociedad.

Nuestra región está obligada a dar un giro radical para lograr superar el flagelo de ser la región más desigual del orbe, aunque con cambios marginales notables en los últimos tiempos para algunos países. En la región el número de pobres supera los 200 millones, fruto de tener 167 millones de personas que continúan bajo la línea de pobreza y 37 millones en extrema pobreza, a pesar de una reducción de 58 millones de pobres desde 2002.

En conclusión, en Latinoamérica, con mucha frecuencia, el liderazgo no ha sido capaz de superar aptitudes asumidas en la época de las dictaduras y han conducido a una quiebra de la institucionalidad, por lo que en la práctica este malestar, sumado a las desigualdades socioeconómicas, se traduce en un impulso de la semilla de la destrucción de los sistemas políticos, engendrando un polvorín en la región. (O)

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