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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Filadelfia, lumpen y apocalipsis

16 de septiembre de 2021

Esta semana circuló a través de una cuenta de Twitter un video aterrador sobre Filadelfia, ciudad histórica de EE.UU. Al parecer, el Twitter no está desprovisto de intereses políticos, sin embargo, la realidad recogida habla por sí sola. Largas calles llenas de jóvenes drogados, totalmente enajenados, deteriorados y con posturas extrañas, proyectaban una imagen de extra mundo, cuyo escenario diurno tenía como cortinas una ciudad muerta llena de zombis rodeados de basura.

Es muy difícil traducir las imágenes en palabras: la cámara en movimiento continuo registró cuerpos parados, inmóviles y doblados, como si fueran estatuas programadas para representar una obra dantesca. Es el verdadero infierno sin llamas. Algunos cuerpos en extremo famélico lograban moverse como en cámara lenta.

¿Es Filadelfia la excepción, o esta es una realidad desbordada que llega a nosotros como una premonición de una crisis civilizatoria apocalíptica? Varias respuestas al Twitter sobre este abismo, señalaban que esta es una realidad presente en varios lugares del mundo.

Podría señalarse que la causa de esta realidad aterradora es la pobreza, pero esa conclusión parece limitada. La huida de muchos jóvenes hacia el estado de enajenación tiene que ver con la perversión de un capitalismo salvaje, que busca convertirlo todo en mercancía sin reconocer límites. Desprovisto totalmente de amor al prójimo y solo con el fin demencial de obtener ganancias, llega al colmo de vender químicos que dañan de manera integral al ser humano. También es verdad que existen almas vacías, sin sentido de vida, que están dispuestas a tomar el camino doloroso de la inconciencia y la muerte lenta. El problema de la humanidad no solo es económico, es también y sobre todo filosófico.

El mundo podría acabar así, con millones destruidos, convertidos en zombis, poblando una Tierra desértica. El paisaje del día final sería inimaginable: muchos vivos muertos, con sus cuerpos cadavéricos sustituirían la belleza inconmensurable de la vida. Carlos Max, el referencial historiador del capitalismo, puso en el tapete una condición que merece ser más estudiada, nos referimos al “lumpen”, cuyo principal rasgo es la perdida de conciencia y la transformación del ser humano en mero ente consumidor de todo, incluso de la muerte.

Cuando todo esté poblado de muerte, no habrá ni humanidad ni capitalismo.

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