En un país heterogéneo como el Ecuador, es imposible encasillar al feminismo en una corriente ideológica y mucho menos callar ante las voces que pretenden adueñarse de él.
Para lograrlo, en muchas ocasiones, recurren al acoso, la burla y la descalificación. Al hacerlo, terminan usando los mismos métodos y argumentos de quienes tanto dicen combatir.
Para demostrar mi punto de vista, dolorosamente, tengo que tomar como referencia hechos que ocurrieron durante los múltiples actos vandálicos y terroristas que ocurrieron en octubre del año pasado, en el marco de lo que los organizadores llamaron “paro nacional”. Estos hechos se concretaron en agresiones físicas, psicológicas y sexuales que sufrieron cuatro mujeres policías, ¿a manos de quién, exactamente? un año después, no se cuenta con ese dato: los “supuestos delitos” fueron denunciados en Fiscalía y todavía no se ha cerrado el caso.
Los relatos de las víctimas están plagados de actos de extrema crueldad y barbarie que serían la envidia de cualquier santo inquisidor de siglos pasados. Pese a que sucedieron en cuatro puntos distantes y diferentes, las víctimas narran hechos tan similares que, si no se tiene la precaución de profundizar en la investigación, se puede asumir que las mujeres policías sufrieron las agresiones de forma conjunta y que fueron secuestradas en un solo punto.
Entonces, ¿lo sucedido no fue un exceso de un grupo aislado, sino que estos hechos, nunca vistos en Ecuador, responden a entrenamiento de guerrilla urbana y detrás de ellos se esconde un guión para sembrar terror, violencia, caos y muerte? Veamos: a las cuatro policías las despojaron de su vestimenta policial, manosearon sus partes íntimas con el pretexto de buscar chips ocultos (¿?), las amordazaron, vendaron sus ojos y les ataron las manos y los pies, los supuestos manifestantes estuvieron a punto de quemarlas vivas rociando sus cuerpos con gasolina.
Pese a que las víctimas son mujeres, un grupo de feministas mantiene un total y hermético silencio. Pliegan al espíritu de cuerpo que tanto critican cuando sus patriarcas son los protagonistas de estos abusos. Ahí se les acaba la capacidad de crítica, la exigencia, la denuncia al “macho opresor”. A un feminismo que cae en el sectarismo y es selectivo, ¿se le puede llamar feminismo? (O)
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