En las últimas semanas, dos figuras de la farándula cinematográfica de Hollywood escenificaron la ruptura de paradigmas y prejuicios en contra de los hombres. La "Sirenita" papel escenificado por Amber Heard, perdió el juicio por difamación seguido contra el actor y excónyuge Johnny Depp, un Pirata del Caribe. La actriz se quedó sin palabras y sin pruebas frente a las evidencias presentadas por su exmarido.
En todo juicio por violencia conyugal siempre son los hombres quienes deben demostrar su inocencia. La justicia norteamericana exige, a diferencia de otros países, la presentación de pruebas. Amber Heard no tuvo ningún argumento más que su propio falso testimonio. Por el contrario, Johnny Depp abundó en pruebas fácticas que demostraron que el maltratado fue él. Por esta mentira, “La Sirenita” deberá pagar $ 15 millones en calidad de indemnización a Johnny Depp. Esto sucede en la cuna del feminismo radical norteamericano, el cual se caracteriza por haber construido la idea de hombre como un ser perverso. Este es el tipo de feminismo que ha sido doblegado y vencido.
En el Ecuador pensar que existe violencia en contra de los hombres resulta casi imposible. Y claro que existe, pero están subregistradas las cifras. Esto puede deberse a que muchos hombres violentados no se atreven a denunciar o porque no hay una comisaría que recepte las acusaciones. Tampoco existe una ley que proteja a hombres y mujeres de la violencia intrafamiliar. El sistema jurídico ecuatoriano reconoce tan solo la violencia en contra de la mujer.
El triunfo de Johnny Depp desenmascara la pretensión de algunas feministas de creer que son el Sujeto poseedor por naturaleza de la Verdad. No existirán más cualidades morales dadas por naturaleza femenina. Hombres y mujeres, como seres humanos, no siempre dicen la verdad ni tampoco mienten todo el tiempo.
Claro que hay violencia contra las mujeres, pero, aunque poco conocida, también existen hombres maltratados. Aunque en menor escala, existe contra el hombre maltrato verbal, emocional o psicológico. Pero hay otras formas de violencia más sutiles.
Quizá la violencia más perversa es aquella en la que se “secuestra” a los hijos. Está muy extendida esa práctica vejatoria en la que se “castiga” a los padres impidiendo de mil maneras establezcan los hijos vínculo afectivo con sus progenitores. El Estado es cómplice de este secuestro y este maltrato contra los padres varones.
Existe una violencia judicial. En los juzgados existe una presunción de culpabilidad antes que de inocencia. Son los hombres los que tienen que probar. Nunca son las mujeres las que deben demostrar la culpabilidad. En la mayoría de los casos basta y sobra el testimonio femenino.
Cuando existe violencia intrafamiliar, en tiempos de que hay un alto porcentaje de mujeres cabeza de hogar, el maltrato contra los hombres también puede estar invisibilizado, como lo pudo haber estado en el que los roles tradicionales del “hombre maltratador” le lleva a burlarse muchas veces frente a los hijos, familiares o amigos.
Amber Heard quizás perdió más del juicio la posibilidad de liderar movimientos globales como activista por los derechos humanos. Pero sobre todo la pérdida más grande es que contribuyó a que se perdiera el respeto por el feminismo.