¿Cómo han construido y construyen sus identidades étnicas y de género las mujeres y hombres negros del norte de Esmeraldas? Es la pregunta central de una investigación planteada para desentrañar las particularidades de la Feminidad y Masculinidad en la Cultura Afroecuatoriana.
El ambiente y la cosmovisión; la ética y organización social; la subsistencia, los roles de los hombres y las mujeres en las diferentes actividades productivas y las percepciones del trabajo productivo; el cuerpo y la intimidad, así como la autoconciencia étnica y la identidad, son temas centrales que en su desarrollo van develando aspectos de la identidad étnica y de género de los afroecuatorianos. Y eso ocurre en el norte de Esmeraldas: Playa de Oro, Eloy Alfaro, Palma Real, Borbón, Limones, San Miguel de Cayapas, San José de Cayapas y San Lorenzo.
En estas zonas, la construcción identitaria tanto étnica como de género se desarrolla a partir de una autopercepción del Nosotros, construido históricamente en relación con los Otros. Ahí se identifica la convergencia de dos niveles de experiencia del pueblo negro en la construcción de su autopercepción, uno de ellos, donde la identidad se asume como vivencia espontánea, y que se manifiesta particularmente en las comunidades de la Esmeraldas profunda, la gente construye el nosotros y por ende la masculinidad y la femineidad desde lo cotidiano, sin reflexiones, conceptualización o politización. No es un discurso reivindicativo, ni una perspectiva de posicionamiento político ni de necesidad de la reconstrucción histórica. Se da como una fuente de cohesión local frente al Otro, al afuereño. El otro nivel es la construcción política.
Un proceso consciente de autoafirmación del Nosotros étnico en crítica al Otro, representado por una histórica política racista del Estado, reproducida en la sociedad civil. Este nivel de construcción identitaria deliberadamente recupera la memoria histórica y el concepto de ancestralidad; da nuevos significados a los asentamientos al vincularlos a la afrodescendencia y a la construcción de propuestas etno-políticas propias. Este discurso alcanza su nivel más politizado en la identidad como opción, donde se da la identificación como negro o afroecuatoriano aunque los marcadores étnicos o culturales puedan adscribirlo al grupo mestizo.
Lo importante es develar los marcadores distintivos del pueblo negro del norte de Esmeraldas. De ahí se explican aspectos de la cosmovisión holística, integral y animista, que evidencian principios filosófico-religiosos vinculados con el sincretismo entre lo africano y lo católico-occidental. La transitoriedad de la vida que se constituye en el fundamento de una ética de la antiacumulación; la autoridad de los mayores sobre los menores, que sustenta una ética de la obediencia y el principio del poder de la divinidad sobre la vida de las personas vinculado con la ética de la fe, son principios rectores de la vida de los afroesmeraldeños y que vinculados con rasgos asociados al cuerpo y al espíritu, tales como la fuerza, cuya mayor manifestación se da en la alegría, proporcionan a los negros y negras una enorme estatura moral.
Esa cosmovisión y la construcción histórica de la región, heredera del Gran Palenque de los siglos XVI y XIX, configuran de manera particular los roles masculinos y femeninos. Para describir a las mujeres afroesmeraldeñas no cabe el mito occidental que las asocia con “seres frágiles”, lo cual se evidencia también en las duras actividades productivas que realizan, tales como el playeo y el concheo. De ahí la gran concentración de autoridad y mando por parte de los hombres, especialmente manifiesta en la poligamia, podría tener un fundamento simbólico, en el cual las relaciones de corto plazo son una suerte de protección del amenazante poder sexual femenino. De hecho, la consagración de la supremacía masculina evidencia que el enfoque de género es un desafío por construir dentro de la sociedad afroecuatoriana, desafío asumido por el movimiento de mujeres negras y la conciencia crítica afroecuatoriana.