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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

Diez en robótica, cero en humanidades

20 de noviembre de 2019

Al menos ya van dos décadas en los que la sociedad viene reclamando la falta de valores en las nuevas generaciones. Entre la familia y la escuela se pelotean a los niños y jóvenes. El resultado, los niños y los jóvenes improvisan de manera intuitiva sus propios valores.

Los valores están siendo formados día a día. Niños y adolescentes se forman observando el comportamiento de sus padres en la casa. Al mismo tiempo, la educación básica y superior insiste en la orientación en carreras que sean “más productivas”, es decir que sean rentables. Y por lo tanto, escuelas, colegios y universidades han anulado el espacio de las humanidades.

Excelentes para la robótica y en el diseño de juegos virtuales, pero ignorantes en historia; apáticos con la literatura; desorientados en artes e ignaros en geografía. ¿Entonces cuál será la fuente de inspiración para el comportamiento ético y moral de esos niños y jóvenes?

La filósofa judía Martha Nussbaum sostiene que todos los seres humanos nacemos con la capacidad para entender cómo piensan los otros. Tanto es así que es común en una guardería ver a niños que, comenzando a gatear, juegan, socializan entre niños negros, blancos, rosados, cafés o de cualquier color.

Se divierten, se quieren, comparten golosinas y juegos sin ningún resquemor. No existen prejuicios racistas entre ellos. Los niños pueden intuir e imaginar lo que los otros niños quieren.

El racismo y la exclusión lo vamos aprendiendo en los hogares y en la escuela. Al pasar el tiempo y dentro de un mundo orientado hacia la productividad y a la competencia desleal, los seres humanos vamos perdiendo esa capacidad de intuir al Otro.

Sin formación en humanidades, no habrá desarrollo de la sociedad con valores. (O)

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