Recuerdo bien que hace cuatro años, activistas LGBTIQ+ como Pamela Troya, León Sierra y quien firma, fuimos víctimas de un ataque en redes por el “pecado” de ser anticorreístas; por usar nuestras cuentas personales para criticar y denunciar los prejuicios de Rafael Correa.
Luego de la rendición de cuentas semanal del alcalde de Quito de entonces, Mauricio Rodas, se valieron de una activista servil a sus propósitos y apuntaron el gatillo, para disparar a quienes, como dijo la sumisa correísta: “trabajábamos en esa Alcaldía, porque odiábamos a Correa”.
Se valieron de capturas digitales para acusarnos incluso de discriminación. Buscaban difamarnos e incluso sacarnos de la Alcaldía, pero fracasaron. Éramos el tema en su parrilla de contenidos semanal, sin duda. Internamente se rumoraba que un ramal del enorme trollcenter correísta estaba en la Alcaldía, al servicio de concejales de ese bando.
Rodas vivió en carne propia durante 5 años, todos los días –incluso antes de posesionarse– de lo que eran capaces para dañar su imagen y cualquier paso que diera. No le perdonaban haber derrotado en las urnas a Correa y su aparato electoral.
Contenidos o libretos así son parte de la estrategia que a diario se monta en estos centros de producción de falsedades y difamación.
Esta semana un laboratorio forense digital que combate la desinformación en redes, ha publicado la investigación de Facebook, que borró cuentas que trabajaban coordinadamente desde Canadá, país donde vive uno de los lugartenientes del aparataje de propaganda digital correísta.
Bajo la pantalla de relaciones públicas (sépase su real financiamiento), una empresa difunde información y campañas de fake news en países como Ecuador, Argentina, Venezuela, Chile y otros, según la fuente.
Hemos visto cómo desde hace un par de años se intenta revertir ante la opinión pública la culpa de Jorge Glas (y por extensión, de Correa), en los casos Sobornos, Arroz Verde y Odebrecht. Con la muletilla del “no hay pruebas” quieren convencernos sobre una persecución política y retomar el poder. (O)