“Se debería haber iniciado proyectos como inversiones en carreteras, sistemas hídricos o mejoras en los ferrocarriles, pero sobre todo aumentar las partidas de gasto social destinadas a las clases más necesitadas”, quien recomienda todo esto es el estadounidense Paul Krugman, ganador del Nobel de Economía 2008, a esa Europa sumida en un profunda crisis y que sufre los embates de un discurso falsamente austero.
Es falso porque tras la austeridad se agazapa el pánico, que es con lo que realmente quieren gobernar los burócratas del Banco Central Europeo. Otra vez, unos cinco o seis, de mente cuadrada y sobre todo despiadada, le dicen al resto qué hacer para seguir generando tanto sufrimiento. Para Krugman es el momento de la inversión pública, que es la única que puede sacar a Europa, y también a Estados Unidos, de esta recesión.
Es todavía más absurda la actitud de los Estados Unidos porque al tiempo que recorta inversión social disminuye los impuestos a los más ricos.
Krugman también nos advierte de las malas metáforas que comparan a la economía en su conjunto con el comportamiento de una familia. En la sociedad concurren una enorme cantidad de variables que tienden a los equilibrios. Las familias encaran la vida sin tantas especulaciones.
La otra cantaleta que pretende recuperar ese discurso neoliberal es la del tamaño del Estado. Vuelven con lo mismo: hay que reducirlo.
El otro día nos decía Theotonio dos Santos, el de la “Teoría de la Dependencia”, que la apuesta neoliberal ya demostró su espíritu suicida en los ochenta del siglo pasado. Después de la gran depresión y sobre todo pasada la segunda gran guerra, la participación de la inversión pública en relación al PIB, en las economías ricas, saltó del 6% hasta el 70%. Si es así: ¿cómo proponer achicar al Estado?
Solo la ilusión conservadora que sueña con apropiarse de casi toda la riqueza social les induce a semejante contrasentido. Reducir al Estado, que no invierta, que libere recursos y ellos acapararlos, ese el gran objetivo que hoy resulta imposible, por la crisis y porque hay respuestas sociales, hay políticas liberadoras, con líderes de otra época.
En eso América Latina le envía al resto una propuesta distinta, un camino a seguir, claro que hay lunares por aquí y por allá.
En las primeras líneas de este ensayo Krugman parecía referirse a Ecuador. Es que eso hicimos como respuesta a la misma crisis que intentó instalarse también en nuestro país en 2008. Hemos ido encarando el temporal con inversión, aunque -claro- no falta esa vocería funcional que la llama despilfarro. Para esos solo el capital importa; la gente que se muera nomás.