Antes, cuando alguna noticia circulaba por conductos no oficiales, y se regaba con singular rapidez, se hablaba de que era una “bola”, algo bastante parecido a un chisme, a lo no confirmado, a lo que podía sembrar alarma, consternación, miedo o destruir la honra de una persona.
En estos tiempos de redes sociales, ya no se habla de las “bolas”, sino de las fake news, es decir de aquellas noticias falsas, en su traducción literal, que ahora circulan gracias a la comunicación digital a la velocidad de vértigo, con una rapidez increíble.
Esas noticias sin confirmar pueden hacer mucho daño a la honra de las personas, pueden abusar de la credulidad de la gente, meterse en el inconsciente de las personas, hacer aparecer mentiras evidentes como verdades incontestables.
Y no solo que las noticias son falsas, sino que hasta se manejan desde centros creados para el efecto, buscando destruir a unos, ensalzar a otros, sin preocuparse en lo absoluto de la veracidad de lo que se “postea”, se coloca en las redes y también en el celular, gracias a la versatilidad del WhatsApp.
Así, además de las noticias falsas, circulan una serie de cadenas de todo tipo, desde las religiosas hasta las que anuncian medicinas para todos los males y hasta le hacen una prueba gratis de los productos que comercializan.
Hay quienes creen a pie juntillas en lo que dice el internet o lo que llega a nuestro celular o Tablet, sin preocuparnos por verificar la procedencia, la veracidad de lo que se recibe.
En tiempos como los que vivimos, las fake news o bolas menudean, nos recomiendan remedios de todo tipo, fomentan la incertidumbre, falsean la verdad.
Y lo peor es que muchos caer y repiten velozmente o reenvían o ponen “like” a todo.
Cuidemos lo que enviamos, no fomentemos la incertidumbre, no difundamos remedios milagrosos, no caigamos en la vieja costumbre de las bolas o las nuevas de las fake. (O)