Analistas y organismos internacionales como la CEPAL, FMI, Banco Mundial, BID, etc. resaltaron que finalizado el 2021 hubo una reactivación económica, pero con diferentes ritmos e intensidades sectoriales de crecimiento. Los países desarrollados registran tasas de crecimiento entre 4,5% a 5,5% impulsadas por los ingentes paquetes fiscales de ayuda a personas y empresas (USA y zona del euro); los países emergentes muestran tasas promedio del 6,2%, (predominan India y China con tasas entre 8,4% y 9,2% respectivamente), y los países en desarrollo con promedios del 4% al 6%.
Cabe destacar que parte de este crecimiento se atribuye a un rebote estadístico, luego de la significativa caída de la economía mundial. Coinciden además que en el año 2022 se atenuará este crecimiento, acompañado de mayor inflación por presiones en la demanda, restricciones de la cadena logística y la emisión monetaria adicional que financia esta crisis. Lo único cierto es que su impacto agudizó la desigualdad que ya existía tanto entre países como en el interior de cada uno de ellos.
En el caso ecuatoriano, el impacto fue acusado por un masivo empleo inadecuado (70%) que transita en los límites de la precariedad y pobreza que, por cierto, tiene su correlato territorial con inmensas asimetrías en la capacidad de respuesta y resiliencia de nuestras ciudades para gestionar estos impactos. Dicho esto, ¿cuáles son o deberían ser los factores claves para una franca recuperación económica en Ecuador? La sostenibilidad fiscal es un factor que está en el discurso del gobierno, a pesar de determinadas decisiones como mantener el subsidio de los combustibles, aplicar una reforma tributaria y un insólito incremento del salario básico que golpea exclusivamente al sector formal incrementando de cierta forma el déficit que pretende corregir.
Otros factores son incentivar la inversión nacional y extranjera y el fortalecimiento del sector externo, a través de nuevos acuerdos comerciales y de integración (¿el nuevo canciller es un guiño al sector empresarial por las controversiales medidas antes comentadas?). Es impostergable la reforma laboral que flexibilice y facilite la contratación de nuevo empleo formal y la reestructura de la seguridad social; además del mucho espacio que hay para recortar y repensar el tamaño del Estado e incentivar una mejor competencia financiera.
Sería ideal transitar hacia una diversificación productiva que permita ir más allá de la especialización en productos básicos apoyada por una agenda de innovación y productividad. No obstante, la miopía, los intereses propios y afanes desestabilizadores de determinados grupos y clase política que no les importa el destino del país, obstaculizarán estos cambios necesarios. Se impone una consulta popular que allane el camino a un país que sin adoptar estas transformaciones no tendrá rumbo… como hace tanto tiempo.