Transcurrieron los dos “debates” organizados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), donde las candidatas y los candidatos a Alcaldías y Prefecturas (para las jurisdicciones con más de 100.000 habitantes). Puedo aseverar, sin temor a equivocarme: ni de lejos fue debate.
Diario La Hora, en primera plana:
“Debates fracasan en ayudar al votante
Los debates de candidatos a prefectos y alcaldes costaron $828 mil a escala nacional. A Pichincha se le designó $42,475. Los postulantes se declinaron a los ataques personales y promocionarse. La duración de las intervenciones hizo difícil que los votantes conocieran las propuestas”.
En esta ocasión seré breve, pero, como siempre, categórico y observando lo que corresponde: salvo contadas (tal vez raras) excepciones, nuestro ‘pull’ de candidatas y candidatos demuestran poco o inclusive escaso conocimiento de la competencias, atribuciones y prohibiciones de lo que una autoridad seccional está llamada a tener en cuenta en el ejercicio de su función. Preocupa más cuando aquellas y aquellos de los que me estoy refiriendo persiguen continuar en funciones. ¿Cómo han podido llegar hasta aquí, si demuestran poca capacidad y competencia?
Pero, vamos más allá: a nivel personal, como personas que deberían liderar e impulsar el cambio pro mayor bienestar social, la tarea luce mayormente incompleta: personas que en estos ejercicios públicos fueron ‘a leer sus propuestas’. Sí, a leer; personas que acudieron a la cita para hablar de terceras y terceros; personas que se presentaron al evento para denostar, para denigrar, para traspasar la línea de lo que debe ser ‘un cruce de palabras entre adversarios’, para ir a ‘un cruce de palabras entre enemigos’. Aunque, y con conocimiento de causa, todo es cuando el botón rojo de las cámaras, ‘rec’, está encendido: detrás del telón todas y todos son compadres y comadres.
Las audiencias, que somos quienes estamos llamados a cumplir con ese sagrado y digno deber cívico de ejercer el derecho al voto en febrero 2023, no pudimos avocar conocimiento de los puntos neurálgicos de las propuestas de cada candidata y candidato. Con los “debates”, quienes vamos a elegir no ganamos, sí perdimos tiempo, e inclusive estuvimos expuestos a ser seducidos por una clase política o política de clases donde todo se resuelve desde los resentimientos, la ofensa y la rabia. Aquí perdimos. Basta traer a colación, por ejemplo, lo que el CNE comprendió por la palabra ‘interpelar’. Parecería ser que confundieron la palabra por ‘preguntar y contestar’. Los tiempos en contra de poder desarrollar. Ya lo he indicado, también, que la metodología resulta anacrónica para con el estado y la composición social de nuestros tiempos. Mi Madre me decía: hijito, esos debates se parecen mucho al programa que conducía Don Pancho Cabanilla hace muchos años atrás: ‘Quien Sabe, sabe’.
Exprimiendo el Debate 2023 nos permite, ciertamente, aprender de los ejercicios, aunque hayan sido incorrectamente ejecutados: hay que propender a una maduración como sociedad: autoridades electorales mayormente comprometidas, que auténticamente conozcan, comprendan y se comprometan con el fortalecimiento de la democracia, con lo invaluable que resulta que cada electora o elector se ‘empape’ de la oferta política de cada candidata o candidato, y que interioricen las implicaciones del derecho de participación y del significado de un debate (no una simulación de preguntas y respuestas, erróneamente ejecutado, y donde ‘las y los mismos de siempre’ resultan ser parte de la presentación de estos eventos, vistas y vistos en quienes fueron escogidas y escogidos como moderadores (que, más bien, deberían ser denominados presentadores, o lectores); organizaciones políticas que busquen la consolidación ideológica y la reflexión en pro de la democratización de sus filas (el obstinarse por ‘cuadros ganadores’, sin brindar oportunidad a ‘rostros poco conocidos’ pero con ideas innovadoras, es un contrasentido a la institución del relevo generacional, y cae perfectamente en aquella frase popular: “¿Cómo puede obtener experiencia si no se le brinda la oportunidad?”; y, una sociedad mayormente exigente, pero también mayormente decidida a postularse si es que nuestras y nuestros representantes se niegan a enmendar.