Ayer el juez Juan Paredes decretó el pago de 40 millones de dólares de indemnización y tres años de prisión para los directivos de El Universo y Emilio Palacio. No soy de hacer leña del árbol caído. He expresado ampliamente mi opinión acerca de Emilio Palacio: no concuerdo con él, no simpatizo con él, no me da pena por él. Tampoco con la línea que nos tiene acostumbrados El Universo (llena de ataques, injurias y medias verdades). ¿Y la sentencia? La sentencia es un exceso; no un abuso, no un autoritarismo, no un método dictatorial. Es un exceso.
Soy de la sincera opinión que la sentencia, en estancias superiores, será modificada. Espero que reducida ampliamente. Más que nada, la privación de la libertad. No creo que esta sea la medida adecuada. No me solidarizo con los condenados. Lex dura, sed lex. Pero sí creo que, si bien es un precedente necesario, este precedente excesivo puede llevarnos, eventualmente, por otros senderos que buscamos evitar.
Ahora bien, en una entrevista concedida al diario La República, Palacio se rasga las vestiduras: “Mientras los sicarios están en las calles, los periodistas se van a la cárcel”. Usted, posiblemente, se irá a la cárcel. ”Los periodistas callan por temer a perder un trabajo que les permite llevar un pan a la casa”. Yo leo los “medios de la resistencia” y los veo plagados de los mismos eufemismos a los que usted nos tiene acostumbrados. Usted, Sr. Palacio, no será encarcelado por “tres líneas” de un artículo. Usted, Sr. Palacio, acusó de asesino al Presidente. Lo acusó sin pruebas (a excepción de las contundentes pruebas que dice tener y no quiere mostrar). No fue una opinión. Fue una afirmación, directa y dolosa.
Los medios satanizarán la condena. Se taparán la boca con esparadrapo. Hablarán sobre un atropello a la libertad de expresión. ¿Libertad a insultar? ¿Libertad a difamar? ¿Libertad a desestabilizar? Esa es la libertad en la que ellos creen. La libertad de 90 años de hacer lo que han querido. Eso no es libertad. Eso es despotismo. Es un cinismo perpetuado por el temor a perder, no una libertad o un derecho, sino una trinchera de poder. Es atentar contra la inteligencia del ciudadano cuando se pide al injuriado que escriba su propia rectificación.
Vendrán las instancias superiores y veremos lo que pasa. Mientras tanto, construyamos un país diferente. No el país de la unidad de criterio. Sino el país del respeto (no del insulto). El país de la argumentación (no el de la verborrea). El país de la responsabilidad ulterior (no el de la rectificación escondida en la última página de un diario).