Con ocasión de la reciente fiesta de carnaval asistí a un concierto gratuito organizado por la prefectura de una localidad conocida del país.
Se supone que ese tipo de actividades se enmarcan en políticas públicas orientadas a difundir la cultura y la educación, al tiempo que generan el ambiente propicio para la sana diversión y deleite de muchos que no pueden pagar para acceder a ese tipo de espectáculos. Mi experiencia dejó algunos sinsabores.
Fue un recital al aire libre, con artistas nacionales e internacionales cuyas presentaciones fueron lucidas. Lo incómodo e inaceptable de la situación va por otro lado. Para empezar, como dicen los economistas “no hay almuerzo gratis”, en la ocasión, el evento cultural, aunque convocado como gratuito, seguramente fue financiado con los impuestos pagados por los ciudadanos, lo que siempre justifica esperar las mejores condiciones para su realización.
Al evento asistieron familias enteras de diversos estratos, pero ninguna de ellas logró tener comodidad alguna, el suelo frío y mojado sirvió para una espera larga –pese a la lluvia, el programa inició con más de dos horas de retraso-; muchos compraron paraguas y banquitos plásticos que solo duraron para ese momento.
Los presentadores, lejos de destacar el significado del evento cultural y orientar, por ejemplo, para una eventual evacuación del lugar en el caso de alguna emergencia, expresaban frases subidas de tono y de doble sentido, hicieron más de una degustación in situ del trago local, destacando sus cualidades, por cierto, la venta fue exitosa, pese a la prohibición que existía en el lugar. La seguridad brilló por la ausencia.
Al final del programa hubo una estampida del público peligrosa, sujetos con sentidos alterados gracias a los efectos del alcohol hacían gala de violencia y el irrespeto a diestro y siniestro. La plaza, carente de señalización, basureros y casi todo, quedó como un muladar.
Ante esta vivencia, pienso que a los ciudadanos nos queda exigir que todos los eventos o actividades culturales sean dignos, públicos y privados, y que sirvan para educar, fortalecer la identidad y nutrir el alma. (O)