La autorizada eutanasia solicitada por Paola Roldán es realmente una decisión sensata a favor de la vida, en busca de una existencia digna. Más allá de los tecnicismos y lineamientos que exigen la sujeción a requisitos para implementar un procedimiento legal para una muerte asistida con dignidad, estamos ante un debate justo y necesario. Porque más vale un final dramático que un drama sin fin.
La vida es un diálogo con el mundo, y Paola ha provocado esencialmente eso en los cabales: una reflexión sobre la vida y la muerte, cruda y auténtica. Aunque, como afirma el existencialismo, "es absurdo que nazcamos, es absurdo que muramos, pero es..."
La decisión no es un mérito de la Corte, no es un acierto de los abogados que a menudo se enredan en lo insustancial. Es un grito desgarrador escuchado en todos los rincones de la conciencia social. Sin duda, a partir del dictamen, se empezará a apreciar en su verdadera dimensión. Muchos se equivocan si piensan que estamos frente al deseo de autodestrucción. Desaparecer voluntariamente en forma "legal" es evidencia de una libre posibilidad de autodeterminación.
Los seres humanos tenemos derecho a escoger la vida que queramos. En ello radica la libertad como valor superior por el cual vale la pena vivir y morir. Paola Roldán ha trascendido al trazar con amor y valentía una línea muy fina para sostener la existencia misma. Ella debe existir siempre en la mirada de otros. Quizás se ha hecho eco de la humilde súplica de muerte expresada en la cruz hace dos mil años.
Mi respeto y homenaje a Paola. Nunca más acertado el poema anónimo que algunos le atribuyen a Miguel Hernández y otros a Quevedo: "Pobre flor que mal naciste, que terrible fue tu suerte. Al primer paso que diste, tropezaste con la muerte. El dejarte es cosa triste, el cortarte es cosa fuerte. Pues dejarte con la vida es dejarte con la muerte.
Gracias, Paola, por hacernos ver que también el mar muere y sus olas vuelven siempre...