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El Telégrafo

Estrés

17 de mayo de 2011

El estrés es parte de la vida. La vida misma trae consigo desafíos que implican cierta exigencia para la mente, el cuerpo y las emociones, y que hay que intentar sortearlas (sobrepasarlas). Es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. A veces el estrés es útil -puede producirse para alcanzar una fecha límite o para realizar determinadas metas-, pero el estrés a largo plazo puede aumentar el riesgo de enfermedades, como la depresión, enfermedades del corazón y una variedad de  problemas. Una enfermedad relacionada con el estrés llamada trastorno de estrés postraumático (TEPT),  a menudo se presenta después de algún suceso aterrador por sus circunstancias físicas o emocionales, un trauma, violación, desastre natural.

Su historia se remonta a los años 30, por aquel entonces el estudiante de medicina en la Universidad de Praga Hans Selye -hijo del cirujano austriaco Hugo Seyle- observó que todos los enfermos a quienes estudiaba, independientemente de la enfermedad que padecieran, presentaban síntomas comunes: cansancio, pérdida del apetito, de peso y astenia, entre otras. Por ello, Seyle llamó  este conjunto de síntomas el  síndrome de estar enfermo.

En 1950 publicó la que sería su investigación más famosa: Estrés. Un estudio sobre la ansiedad. El término estrés proviene de la física  -hace referencia a la presión que ejerce un cuerpo sobre otro, siendo aquel que más presión recibe el que puede destrozarse- y fue adoptado por la psicología como síndrome general de adaptación.  Este comprende tres etapas:

alarma de reacción, cuando el cuerpo detecta el estímulo externo; adaptación, cuando el cuerpo toma contramedidas defensivas hacia el agresor; agotamiento, cuando comienzan a agotarse las defensas del cuerpo.

Una alimentación equilibrada ejerce gran influencia principalmente porque ella afecta a la eficacia con que el individuo enfrenta las exigencias físicas y mentales del estrés.

Los llamados estresores o factores estresantes son las situaciones desencadenantes del estrés y puede ser cualquier estímulo, externo o interno, sociocultural como: estímulos ambientales dañinos, percepciones de amenaza, aislamiento y confinamiento, frustración, fobias.

Generalmente no se recomienda el  uso de los elementos químicos para estimular y mejorar el ánimo, pues a la larga produce efectos negativos. La recomendación, en muchos casos, es visitar a un especialista que oriente y busque soluciones.

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