En estas últimas semanas se discute la reforma tributaria presentada por el gobierno a la Asamblea, cuya principal argumentación en favor de un mayor Impuesto a la Renta es la afectación a solamente al 4% de la población, considerada como clase media y alta con ingresos mayores a $2.500 mensuales. En las dos décadas que van de este siglo, antes de la pandemia, América Latina observó un proceso de ensanchamiento de la clase media y de reducción de la pobreza y desigualdad; sin embargo, el impacto de esta no solo interrumpe este proceso, sino que nos retrocede al menos una década en estos objetivos sociales.
Es indispensable para aplicar políticas públicas establecer una apropiada identificación de los estratos sociales que no sea simplista ni apresurada como lo es a través de la sola variable de los ingresos. Es consenso mundial que la condición de pobreza tiene carácter multidimensional, por lo que debe incorporarse al análisis el acceso a derechos y niveles más elevados de bienestar en otros ámbitos del desarrollo social como salud, educación, protección social, acceso al agua potable, saneamiento, electricidad y conectividad. Bajo esta premisa cabe preguntarse ¿qué lugar ocuparían los grupos de población en la estructura social que satisfacen estos derechos? ¿Constituyen clase media aquella población caracterizada por una alta vulnerabilidad social?
En 2019, la CEPAL, con todas las limitaciones estadísticas, identifica a la clase media latinoamericana a través de su composición ocupacional, perfiles de ingreso y educación, orientaciones culturales y sociopolíticas y concluye que la clase media es una especie de zona gris altamente vulnerable y de riesgo a volver a situaciones de desempleo o de precarización del empleo, por situaciones inflacionarias, desastres o eventos sociales, personales y familiares catastróficos, aspectos que se vivieron en el transcurso de la pandemia. El resultado es una estratificación social con 7 estratos sociales: Estrato Alto (3%), Medio alto (4,5%), Medio-intermedio (15,7%), Medio bajo (20.9%), Bajos no pobres (25,8%), Pobreza no extrema (19,6%), Pobreza extrema (10,5%).
Las consecuencias de la pandemia implicaron un proceso de movilidad social ascendente/descendente que difumina las líneas entre los estratos y establece esta alta vulnerabilidad y dinámica. Desconocemos en el país lo que sucede en esa zona gris de la clase media que representa en conjunto más del 40%. Con seguridad en el país ese porcentaje será menor pero seguro no es el 4%. Esta estratificación social refleja con mucha propiedad —no tanto por los porcentajes que serán sin duda de mayor desigualdad— la estructura social ecuatoriana, bajo la cual cualquier tributación debe considerar por principio de equidad la premisa de que todos debemos contribuir en proporción a las posibilidades de cada estrato, por transparencia, autoestima social y por no enviar un mensaje equivocado de falso paternalismo.