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El Telégrafo

Este nuevo Perú

17 de junio de 2011

Algunos tienen miedo de que Humala sea un nuevo Lucio Gutiérrez, quien en Ecuador ganara con consignas de izquierda, y ya en el gobierno administrara desde la derecha. Sería decepcionante para muchos en el subcontinente, en especial para los millones de pobres que lo votaron en el Perú. Pero será la historia concreta la que develará la verdad; lo cierto es que el neoliberalismo de la familia Fujimori fue derrotado en las urnas, y que ganó Humala con un discurso y un programa claramente progresistas.

Esto tiene varias consecuencias para el Ecuador, y especialmente para el gobierno de Rafael Correa. La primera, es mostrar que nada tiene de singular la situación ecuatoriana de un gobierno con fuerte liderazgo personal e importante peso del Poder Ejecutivo; es lo mismo que permitió salir de las crisis con nuevos gobiernos en Bolivia, Argentina, Venezuela, y ahora en el Perú. Como no pueden existir casualidades permanentes, es de advertir que estos gobiernos no sólo resultan totalmente legítimos, sino que han sido asumidos como convenientes por diversas ciudadanías sudamericanas. 

Un segundo aspecto es que la cercanía ideológica entre los gobiernos peruano y ecuatoriano es una buena señal para la -a menudo conflictiva- relación bilateral entre ambos países. Por supuesto, la sintonía política no impide que puedan existir desacuerdos a partir de los diferentes intereses nacionales que están en juego; pero sin dudas que se disminuyen los factores de conflicto y de roce, y eso es siempre una buena noticia en relación a una frontera territorial que muchas veces ha resultado problemática.

Finalmente, el triunfo de Humala es una buena noticia para el bloque progresista de la Unasur. El triunfo de Piñera en Chile había dado un respiro a la derecha proestadounidense en esta organización, donde ese sector seguía siendo minoritario, pero ya representaba un cúmulo considerable. Ahora, nuevamente la Unasur tiene amplia mayoría de los que creen que el destino de Sudamérica lo tienen que decidir los sudamericanos, y no alguna ajena oficina de Washington. Lo cual sintoniza claramente con la propuesta del actual gobierno ecuatoriano, el cual ha tenido destacada presencia en Unasur desde su surgimiento.

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