Este miércoles 7 de abril se celebra nuevamente el Día Mundial de la Salud, decretado por la Organización de las Naciones Unidas en 1948, en medio de nuevos picos de contagios de coronavirus en todo el mundo y con más de 2,87 millones de fallecidos desde que inició la emergencia. Esa es la noticia que fluye en las redes sociales y en los organismos de salud en el mundo y por supuesto acá en la tierra de la indolencia también se hacen eco y lo celebran con bombos y platillos.
Y mientras tanto en la mitad del mundo, en la Atenas del Ecuador una mujer con su tapa boca y cabeza arrimada a una banca de un hospital, cabizbaja, fatigada por el dolor de la enfermedad y el dolor del alma por la indiferencia de sus administradores, espera que alguien le llame, le atienda, y celebra de esa manera el día mundial de la salud.
Es ese ser humano de la banca del hospital el que también está en las afueras de una iglesia pidiendo una caridad en nombre de un Dios que no sabe como se llama pero que le pintaron históricamente como blanco y barbado y de ojos azules; ese Dios que no le escucha porque al parecer está bastante ocupado con tanto ruego de seres humanos que le piden misericordia.
Dos lugares en donde la misericordia que no es otra cosa que el amor al prójimo y se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado y que debe ser una práctica, está ausente. Sin lugar a dudas hay seres de piedra o de basalto, convertidos en mercachifles de la fe y del dolor de la carne, con las excepciones que siempre existen. Y por eso recuerdo a Borges decir: mi humanidad consiste en sentir que somos voces de la misma penuria.
Vivimos en una época tal de individualismo, que una de las dificultades que afligen al mundo actual es que hay muchas personas dispuestas a meter su cuchara, pero pocas inclinadas a ayudar a hacer la sopa.
En homenaje al Día de la Salud, vale recordar lo que alguien también dijo, que un médico no es buen médico si nunca ha estado enfermo. Y para concluir, si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos. (O)