No es ninguna coincidencia que algunos países progresistas de América del Sur sufran el acoso permanente y el agravio constante de la oposición. Y aquello está sucediendo en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela y también en Ecuador. La cuestión tiene su origen en la ambición de poder de la nación del Norte, que trata de no perder su hegemonía sobre sus vecinos del Sur. Así las cosas, y con la ayuda de sus asalariados, esa nación y los movimientos de la oposición -muchos de ellos amargados por haber perdido el poder en elecciones populares- organizan constantes manifestaciones contra al Gobierno utilizando los peores recursos, manipulan la verdad, calumnian, a fin de lograr el desprestigio del gobernante.
En este malsano afán -en el que al parecer todo vale-, Venezuela, dueña de la mayor reserva petrolera del mundo, es el país más afectado por la acción de aquellos vendepatria decididos a provocar los mayores males en su propia nación. Las marchas cargadas de artefactos explosivos y de armas contundentes dejan a su paso muerte de ciudadanos inocentes y destrucción de bienes públicos y privados, sumándose al provocado desabastecimiento de los comestibles y artículos de primera necesidad, que sume a los venezolanos en la desesperación, para culpar de inmediato al Gobierno por “su incapacidad y falta de organización”.
¿Cómo ocurre un desabastecimiento si ningún industrial o proveedor agricultor estaría dispuesto a perder tanto dinero?, argumentan los opositores al régimen de Maduro, que a estas alturas deberían conocer que aquellas artimañas están financiadas desde el exterior. Sin embargo, no todo termina allí, pues los planes de la oposición han llegado hasta la planificación de un supuesto intento de magnicidio en contra del primer magistrado de Venezuela.
Y cosas similares suceden en otros países acosados por la oposición por su línea progresista. En Brasil, los principales partidos de oposición, presentaron ante la Fiscalía un pedido de investigación a la presidenta Dilma Rousseff -que en enero inició su segundo período luego de un duro proceso electoral- porque la primera mandataria, según ellos, permitió la realización de operaciones de crédito prohibidas en año electoral. En Argentina el acoso se mantiene desde tiempo atrás, pues hay algunas figuras políticas que desean ser candidatos presidenciales de octubre, aunque los opositores al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner saben que participarán divididos, como consecuencia de la ambición personal de cada uno de los aspirantes.
En Bolivia también se siembran problemas por el acoso, aunque se encuentra dividida y con muchas ganas de participar en las elecciones de 2019. El líder de esta postura política afirma que ellos se opondrán a “la reelección indefinida de Evo Morales” y hace reparos a lo que podría ser su tercer mandato.
Por acá, la oposición a diario manipula, miente, acosa, no descansa en sus marchas o paros. No perdona que alguien que no es de su grupo ni de su línea política dirija al Ecuador, convertido, para muchos países del mundo, en el buen ejemplo de gobierno. Y no encuentra cómo deshacerse de él, insistiendo -aunque no lo confiese- en un golpe de Estado, puesto que está plenamente consciente de que ninguno de los miembros de la oposición podrá llegar al poder derrotando a Rafael Correa en las urnas. (O)