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El Telégrafo
Carlos Rozanski*

Estado y terror

12 de enero de 2018

La formación académica de quienes hoy provocan el mayor desastre humanitario del nuevo siglo en la región tuvo su origen en la década de los 50 en la célebre Facultad de Economía de la Universidad de Chicago.

El líder de la Escuela de Chicago fue Milton Friedman, quien años después sería contratado por Augusto Pinochet en Chile para concretar en nuestra región el plan criminal de transferencia de recursos que la prestigiosa escritora canadiense Naomi Klein llama “Doctrina del Shock”, que consiste en aprovechar crisis para lograr cambios profundos en las políticas económicas existentes y que esas nuevas alternativas “…permanezcan vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”.

Con esas palabras, Friedman sintetizaba su fórmula siniestra de transformar lo imposible en inevitable. En su obra La Doctrina del Shock, la autora citada señala que las principales características del modelo en marcha consisten en “…una gran transferencia de riqueza pública hacia la propiedad privada, el incremento de las distancias entre los inmensamente ricos y los pobres descartables y un nacionalismo agresivo que justifique un cheque en blanco en gastos de defensa y seguridad”.

El escenario de lo imposible ya fue montado. Las consignas vacías prendieron en algunos destinatarios. Los suficientes para sostener, al menos por ahora, un régimen de enriquecimiento insaciable para unos pocos y de pobreza extrema para muchos. Y cuando la macabra danza con globos de colores, festejando triunfos y hasta ocultadas derrotas, finaliza y las luces se apagan, el escenario real emerge con su implacable carga de dolor, horror y sufrimiento.

Aquel en el que la vida de un cartonero vale menos que un kilo del cartón que junta. Y en ese marco, los libros de los abogados de obreros, militantes y perseguidos políticos no sirven. Porque en situaciones de terror, donde el Estado, en lugar de proteger, lastima y persigue, la ley no rige. Y la justicia no es solo cómplice. Es la columna vertebral del régimen, es la garantía del modelo económico.

Y ante semejante panorama la unidad de millones de argentinos es la única herramienta que puede generar una justicia que, en lugar de garantizar impunidad, garantice derechos, e impida que los mercenarios del mercado continúen lastimando y empobreciendo a nuestra gente. (O)

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