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El Telégrafo
Fernando López Parra

O modernizan o me voy

13 de febrero de 2020

Esa fue la sentencia del presidente Durán-Ballén en respuesta a la oposición a su propuesta privatizadora en 1993, ya que la modernización, entendida como una propuesta global de desarrollo justo y equitativo, que involucre ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales, no se ve llegar.  Incluso el presidente amenazó con renunciar; es que, pese a la retórica neoliberal, Ecuador también ha experimentado de forma confusa que privatizar es modernizar. Así el plenario de las comisiones legislativas del Congreso Nacional aprobó el 21 de diciembre de 1993, la Ley de Modernización del Estado, privatizaciones y prestación de servicios públicos por parte de la iniciativa privada, propuesta por el Partido Social Cristiano de ese entonces.

 La ley constó de 66 artículos y tres disposiciones transitorias, con este movimiento político se buscó reducir el tamaño de la administración pública y este proceso se le denominó modernización. Se abrió el paso a una apertura de capitales de forma descontrolada y a transferir el patrimonio social del Estado a los particulares. La lógica de esta modernización del Estado estuvo centrada en la búsqueda de equilibrar las cuentas nacionales y no de una búsqueda de una eficiencia del aparato estatal ecuatoriano. La privatización, junto con la descentralización impulsada en los gobiernos de la democracia hasta entrando los años 2000, colocaron estas dos únicas herramientas como sinónimo de modernización, se abandonó también el ejercicio de la planificación y prácticamente el poderoso y referente de la planificación en América Latina, como el Consejo Nacional de Desarrollo (Conade), se redujo a una oficina de 40 metros cuadrados.

Felizmente para el país, por trabas burocráticas no se privatizaron las principales empresas estratégicas del Estado y tampoco otras de menos valor para el desarrollo de la economía y de la sociedad pasaron a otros dueños.

Desde 1979 hasta 2006 no hay un proceso de modernización del Estado del mismo parangón de la Revolución Juliana; la administración pública, a pesar de que tuvo un importante crecimiento, no se tecnificó y los procesos obedecían a lógicas de los famosos consultores externos, que vinieron con varias pócimas modernizantes que no lograron los resultados esperados. (O)

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