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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

El Estado se mete hasta en nuestras camas

27 de noviembre de 2019

Varios dirigentes políticos, durante estos dos últimos meses, han calificado de neoliberales las medidas económicas del Gobierno. Han repetido como insulto la palabra neoliberal. Ha sido suficiente pronunciar esta palabra mágica para exorcizar de cualquier demonio a la administración gubernamental.

Al ser utilizado como un insulto genérico, la palabra neoliberal se convierte en un concepto vacío y con ello se debilita cualquier tipo de reflexión. No olvidemos que en su momento, por ahí en los años 30, el neoliberalismo se convirtió en la tercera vía entre el liberalismo clásico y la planificación económica. Surgió como un nuevo planteamiento frente a la Gran Depresión y a la crisis de esa década.

Si analizamos, de manera seria y honesta, el planteamiento económico del Gobierno, de ninguna manera puede ser calificado como neoliberal. El Estado no ha renunciado a intervenir en el mercado, en el precio de los combustibles, en la fijación de los precios de la canasta familiar y hasta ha intervenido en la fijación de los costos de la educación privada... El Ecuador cuenta con tantas normas, controles, leyes, reglamentos para todas las actividades económicas y sociales... que a ratos los ciudadanos sentimos que el Estado se mete hasta nuestras camas.

Si de algo se debe acusar al Gobierno en cuanto a la implementación de los correctivos a la economía nacional, es en su ineficiente capacidad de comunicación y la evidente procrastinación en la toma de decisiones.

En cuanto a la debilidad de su política comunicativa, el Gobierno no contó con una estrategia pedagógica para que la ciudadanía entendiera sobre la necesidad de la aplicación de las medidas económicas.

En lo referente a la procrastinación, el Gobierno ha postergado la implementación de los correctivos necesarios para cauterizar el déficit fiscal. Déficit del cual tenía conocimiento apenas saltó a la cancha. Esta vez sacrificó lo urgente y necesario para seguir manteniendo una agonía cómoda y placentera.

¿Cómo puedo ser neoliberal? ¡Si el Estado se mete hasta en nuestras camas! (O)

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