Las preguntas de los niños son fantásticas, están desposeídas de prejuicios, de segundas intenciones; en su aparente ingenuidad nos ponen a pensar, a tratar de encontrar las respuestas a sus inquietudes.
En estos días, en los que hemos tenido una pequeña escapada al mar, mi nieto Agustín, fascinado por el correr de las olas, por el agitarse de las aguas, me preguntó algo que entraña poesía y también inquietudes lógicas: la pregunta en mención es: ¿Por qué si nadie pone jabón en el mar, las olas tienen espumas?
Hay una intriga revestida de poesía, a la que se le podría dar varias respuestas motivadas por las explicaciones que hemos escuchado en diversas oportunidades, como aquella que nos dice que mientras más agitado el mar hay más espumas, o que si hay más material orgánico también se producen más orlas que parecen encajes.
En fin, las respuestas, en este caso son menos relevantes, que la eterna inquietud y curiosidad de los más pequeños, que su afán de saberlo y de descubrirlo todo, sus ganas de conocer, de aprender, de obtener respuestas que desafíen su curiosidad y su comprensión.
Por ello son tan importantes los papeles de padres y de maestros, porque en mucho dependerá el éxito de los estudiantes, de los futuros profesionales, investigadores, científicos, de cómo hemos ido canalizando esas preguntas e inquietudes.
Y no es que los adultos tengamos todas las respuestas, probablemente en estos tiempos no las podamos dar de inmediato y debamos consultar e investigar también por nuestra cuenta para dar las contestaciones adecuadas o las pistas que les servirán para que los pequeños preguntones infieran las respuestas.
Sabemos, porque lo hemos vivido en nuestros propios hogares, que los niños nacen con la curiosidad a flor de piel, empiezan por contemplar sus manos, luego hurgan en lo que encuentran, son amantes de la pintura, de la ciencia, de la música; sin embargo, muchos de ellos pierden esas habilidades conforme la escuela los uniformiza, establece parámetros de comportamiento que hacen que esas capacidades desaparezcan o queden ocultas.
Creo que la escuela, especialmente en estos tiempos de pandemia, debe fomentar de manera permanente la curiosidad, la creatividad, los cuestionamientos, solo así cumplirá su rol a cabalidad, impartirá conocimientos y obtendrá mejores ciudadanos.