Vanamente nos fuimos inspirando en el Pacto de La Moncloa, el acuerdo democrático que dio lugar al posfranquismo, nos miramos siempre en el espejo de una madre, que como si hubiese tenido un hijo/a tenista (Arantxa Sánchez Vicario, puede ser solo una referencia de tantos otros casos) nos saqueó cuan hijos acaudalados con las privatizaciones de aerolíneas sudamericanas y otras empresas otrora de los Estados de aquí abajo. Nosotros hasta le copiamos las comas de la emergencia para combatir el covid-19. ¿El resultado? Están tan jodidos ellos como nosotros, acostumbrados, como estamos, a crisis recurrentes.
Las dos Españas vuelven a enfrentarse hoy como otras tantas veces a lo largo de su historia. Pero esta vez, inmersa en una crisis económica y social que ya ni el hecho de responder a las órdenes de la Unión Europea (UE) puede disimular. El coronavirus y la cuarentena terminaron dejando al desnudo sus problemas estructurales.
Solo hay que ver con la munición verbal que se disparan la ultraderecha de VOX con el vicepresidente, Pablo Iglesias, líder de Podemos, para sospechar el futuro inminente de la crisis.
Todo con un mundo en retroceso y sin empresas telefónicas o petroleras para comprar a precio de ganga en Argentina o en Brasil, como en “los gloriosos 90”.
Por aquí abajo seguimos en cuarentena con barrios populares fortificados y rodeados como si se tratase de ghettos autóctonos y sin saber qué va a pasar el día que el covid-19 sea historia o que la cuarentena haga implosión, por pura y exclusiva pericia de los que deben pensar el Estado.
Para colmo de males ya no podremos compararnos ni mirar a la Madre Patria, para ver cómo seguimos. La Mama, para entonces va a tener más follones que en los últimos días de Fernando VII y nosotros aquí, sufriendo las consecuencias de nuestra construcción colectiva a lo largo de la historia: pagando socialmente por lo que hicimos y lo que no quisimos hacer.
Pero con Madrid solo nos quedará una pregunta por hacerle: ¿Y por casa cómo andamos? (O)