No es solo la disputa por el sentido lo que la izquierda intelectual debe esmerarse por ganar, concentrar la atención en la vigilia es lo que está finalmente en juego. Es imposible construir sentido si no se entiende que la atención pasó de estar organizada sobre la pregunta por el significado de ser-en-el-mundo, a ser organizada por la simple necesidad del aparecer.
Es que ya no hacen falta los relatos explicativos que indiquen cómo funciona el mundo, u organicen el propósito elemental de la vida individual y colectiva, solo hace falta la posibilidad de la tecnología que permita el surgimiento de la propia imagen en el nuevo espacio virtual de lo público, canalizado por las redes sociales y el internet.
El aparecer en la sociedad del capitalismo digital y financiero, de hecho, podría haberse convertido en la condición proveedora de una parte fundamental de la identidad y del sentido social. No obstante, ya no se puede comprender a la identidad como aquella posibilidad más o menos consistente de autodefinición. Ahora el aparecer nos define, nos identifica y nos proyecta en la instantaneidad de este nuevo espacio virtual.
Habría que anotar que en el espacio de las redes sociales, el paso del tiempo se suprime, de hecho, el tiempo como sucesión no existe, solo la permanencia del presente. Tampoco, por tanto, existe la historia, aunque la memoria pueda situarse en el recuerdo del aparecer como registro y evidencia del ser en las redes.
Además, la imagen tiene un aceleradísimo tiempo de caducidad. Esto obliga a realizar una actualización permanente de los registros, la producción y la promoción de la autoimagen. Así, la atención desecha el análisis de lo-que-fue y se concentra en la cuestión técnica y conceptual del registro, porque solo en el registro se produce lo real. En las redes poco importa la veracidad del registro.
Finalmente, decir que en el espacio virtual de lo público se diluyen las diferencias entre lo privado y lo público en el momento en que lo íntimo se vuelva parte de lo común. Pero como se puede vislumbrar, la enajenación tiene en sus instrumentos más feraces los canales de la liberación. (O)