Nada más parecido al mundo que una pelota de fútbol, o el mundo es una pelota de fútbol. El fervor por la pasión de este deporte es una mezcla de filosofía de vida, emoción y confusión. Es ese “no sé qué” que provoca un sentimiento de representación único, que trasciende a los seguidores habituales y logra que gran parte de la sociedad lo perciba como un patrimonio.
El frenesí y el sentimiento desencadenado por un esférico perseguido y vapuleado por 22 piernas y 11 cabezas produce tanta energía y conmoción, qué desde el estricto protocolo, un Presidente consulta un marcador, hasta el lustrabotas o el vendedor ambulante; con arrogancia de politólogos o economistas, disertan doctos sobre el tema sin posibilidades de contradicción.
El fútbol tiene la capacidad de conectar a las personas, al haberse convertido en un evento cultural; al poner un pie en el estadio, el alma de los fanáticos se desborda, el fervor de los hinchas se contagia, las banderas se agitan y las gargantas con cánticos vibran a todo pulmón.
Este amor genuino y verdadero, genera profunda felicidad y lleva distintos apellidos. Nos corresponde Ecuador, Mundial Catar 2022, donde nuestra selección inyectó al mundo y de forma particular a 18 millones de ecuatorianos, sobredosis de amor patrio, orgullo, pundonor y dignidad al otorgarnos visa para un sueño.
En nuestro cuarto mundial- con un recambio generacional importante- las habilidades mostradas por talentosos atletas en espectaculares jugadas y goles de fantasía, han convertido al fútbol en el arte dinámico con una rigurosa geometría de 11 gladiadores bien entrenados, que con el balón dibujan bellas figuras y trazos ingeniosos que plasmados en la verde alfombra culminan en una cabaña bajo la euforia de unos y la impotencia de otros.
Jóvenes con mucha proyección y titulares en algunos equipos tops de Europa con hambre por lograr una hazaña y humildad al mismo tiempo, nos enseñaron la importancia de trabajar en equipo cual colmena, seguir la hoja de ruta de una estrategia, qué sumado a la técnica y pasión, bajo una inteligente dirección, cuando se quiere, con aptitud y actitud se consiguen objetivos. Está plantada la semilla, en cuatro años dará frutos y nuestra Selección cumplirá sueños para ofrendar a todos los ecuatorianos el pasaporte a la gloria.
Su estratega, Gustavo Alfaro, además de motivarlos y cuidarlos, ha sido, es y debe continuar como pieza clave en el estilo de juego rápido, preciso y de mucho recorrido. Para ellos, el futbol es un compromiso y una forma de vida. Es compartir, es comunicación, actitud, entrega, es dar todo por su país, es jugar con el corazón. No claudicaron sus principios.! Por siempre gracias!
El fútbol es llamativo, es un estilo, es técnica y es arte. Sus bellas jugadas lo hacen único, diferente. Lo más bello y conmovedor de nuestra Selección, fue su defensa, dedicación y entrega por la piel del Ecuador, lo que provocó el delirio de las clases populares, la fuerza de vida de los chicos de barrio, más que una devoción para el aficionado, una religión para el fanático y un redondo negocio para apoderados y promotores.
Tal vez, nunca, ninguna otra actividad había logrado captar tanta mística y seguidores imponiéndose el fútbol hoy a la religión y a la política. Practicarlo es un placer de sabor popular y apostarle a descifrar un embrollo con los botines para terminar en un desenlace de éxtasis.
Hoy cuán grande es su poder como juego y como deporte, pero sobre todo como espectáculo y negocio que ha resultado ser un colosal vehículo de propaganda y publicidad. Gústenos o no, el fútbol es uno de los más poderosos fenómenos sociales de este siglo con capacidad para expresar uno de los mayores simbolismos en la comunicación del mundo. Lo que revela el fútbol lo entiende casi todo el planeta.
Su concepción no solo tiene contenido populachero, también ha reclamado la atención de la cultura. Cantantes, científicos, intelectuales y artistas han encontrado en un deporte con contenido de lucha, emulación, destreza, superación y emoción, un buen material épico y lírico para su inspiración.
El fútbol que nació como un juego y el placer mundano de pegarle a cualquier mota, se convirtió en deporte gracias al "glamour" de los ingleses. Por su intrincada mecánica e infinito número de variables en poderoso estímulo de impacto sensorial que demuele cualquier cerebro y así en máximo espectáculo terrenal.