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El Telégrafo
Alicia Galárraga

¿Es mi culpa?

23 de junio de 2019

"Mi nombre es Diana. Desde niña quise estudiar en la universidad. Nunca imaginé que este sueño se convertiría en una pesadilla. Soy tímida e introvertida, me cuesta hacer amistades y acercarme a la gente. No sé si por estas características el docente me eligió como su víctima. Me sentaba atrás, lejos de mis compañeros de clase, justamente por mi timidez.

De esta circunstancia se aprovechó mi depredador, un señor de la tercera edad muy respetado y renombrado dentro de los círculos universitarios. Mientras daba la clase iba hacia mí e introducía su mano en los desgastes de mi pantalón para tocarme la pierna; en otras ocasiones pasaba los nudillos de su mano por mi rostro.

Un día no aguanté más la presión y avisé lo que me estaba sucediendo a mi madre. Ella me acompañó a poner una denuncia en Fiscalía. En el juicio, él no negó mis acusaciones, más bien dijo que los abusos que cometió contra mi persona son “normales” y que yo era una exagerada y hacía escándalo de gana. A la par del juicio en la justicia pública, seguí el procedimiento al interior de la universidad. Sin embargo, el espíritu de cuerpo entorpeció mi caso.

Así entendí por qué hay denuncias de casos similares al mío que están archivadas hace tres, cuatro o cinco años y por qué muchas chicas se retractan o deciden abandonar el proceso y en promedio, de cada cinco denuncias que se presentan, tres continúan con el proceso y dos lo abandonan.

Mi agresor recibió una condena de 10 años que apeló y en consideración a su edad se disminuyó a cinco años.
Ahora estoy tranquila, sabiendo que él ya no puede acercarse ni a mí ni a otras estudiantes. Pienso que es necesario un cambio muy profundo para que en las aulas universitarias se entienda que las mujeres no estamos ahí para conseguir marido, como lo dicen muchos docentes y alumnos, porque estos prejuicios se convierten en violencia estructural e institucional hacia las estudiantes. También estoy orgullosa, sabiendo que con mi valentía ayudé a que otras víctimas denuncien a los agresores y que dejen de hacerse la pregunta ‘¿es mi culpa?’”.(O) 

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