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El Telégrafo

Error del Mercosur

03 de julio de 2012

Muy lamentable el pronunciamiento del Mercosur, al que también se sumó la Unasur. Me refiero a las sanciones impuestas por las dos organizaciones de esta parte del continente americano, en relación al actual gobierno espurio de Federico Franco, designado a dedo por la mayoría de senadores de la burguesía que integra el parlamento paraguayo y a quienes por lo visto los anima la defensa y protección de los intereses de la oligarquía del Paraguay y de sus poderosos latifundistas.

¿Qué pasó con la aparente firmeza de los miembros del Mercosur y de la Unasur en tiempos en que se trata de defender los principios de democracia, justicia social, independencia y soberanía de los Estados de nuestra región?

Cuando el mundo entero se encontraba a la expectativa del pronunciamiento de los más importantes organismos multinacionales de Latinoamérica, en relación al último golpe de Estado, esta vez en Paraguay y bajo la autoría de su Senado, el Mercosur hizo conocer su tibia resolución que no significa castigo alguno para los descarados actuales gobernantes de la nación mediterránea que hoy deben estar festejando la más suave de las sanciones conocidas para estos casos; tanto, que parecería traer un escondido deseo de perdón y olvido para la aviesa y burda acción de los culpables.

Sentencia vergonzante aquella de tan solo suspender la participación de Paraguay en el seno del Mercosur y de la Unasur, “hasta que se den elecciones transparentes y se restituya el orden constitucional y democrático en ese país”. De este modo se descartó la expulsión de Paraguay del bloque, así como la imposición de sanciones económicas, todo como respuesta a este descarado golpe de Estado.

¿Se ha respondido en buena forma a las protestas y los esfuerzos del pueblo paraguayo que reclama la restitución de Fernando Lugo en la presidencia del Paraguay?  En nada. 

Y esto constituye un paso en falso a la decisión repetida de los pueblos sudamericanos del “nunca jamás” a las dictaduras en la subregión, que  busca desterrar por siempre los golpes de Estado inmisericordes con el pueblo, y aquellos crímenes de lesa humanidad tan propios de  las satrapías que gobernaban algunos países de Latinoamérica durante las décadas de los años 60 y 70, preocupadas tan solo por asaltar los fondos y las riquezas del Estado en beneficio propio, exterminando a la oposición de la peor manera y vendiendo a su patria sin sentir ninguna culpa.

Lugo, ex sacerdote identificado con la Teología de la Liberación,  pacifista en grado sumo, solicitó a los miembros del Mercosur que no sancionen con medidas económicas a Paraguay, porque -según su propio análisis- se castigaría a su pueblo. Pero la verdad es que los criterios de cualquier manifestación religiosa, generalmente, no armonizan con los aspectos políticos de la humanidad.

Así las cosas, mientras por un lado el ex primer magistrado de Paraguay ve alejarse  cualquier posibilidad de retorno a la presidencia de su país, el pueblo paraguayo ha sido desalentado en su esfuerzo por llevar nuevamente al solio presidencial al personaje que eligieron en buena lid. 

Y todo en tiempos duros para la democracia sudamericana, cuando la oposición al nuevo modelo que se está implementando en nuestra región, en búsqueda de un sistema de gobierno más justo y humanista, se encuentra al acecho del momento adecuado para clavar sus garras a los  gobiernos de nuestros pueblos elegidos por voluntad popular.

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