Publicidad

Ecuador, 18 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Ernesto Sábato

13 de mayo de 2011

El 30 de abril del 2011, Sábato -como le gustaba ser llamado por “sus queridos desconocidos”- rindió tributo a la tierra, unos días antes de cumplir una centuria de vida.

Ernesto Sábato, protagonista indiscutible de las letras continentales, con su desaparición física deja una enorme pérdida en los medios culturales argentinos y del mundo.

Escritor tenaz y humanista convencido, mostraba como recuerdo imperecedero, de sustantividad, su capacidad literaria y un talento poco común para involucrarse en las nobles causas en defensa de los derechos humanos.  Fue el presidente de la primera Comisión de la Verdad, nombrada para investigar los crímenes de la dictadura genocida de Videla, Massera y Agosti, que ensangrentó y llenó de dolor la patria argentina, durante años oscuros y oprobiosos.

Su obra y su comportamiento de total coherencia entre su pensamiento y acción sustentó el futuro de los noveles intelectuales de Latinoamérica y seguirá siendo, a lo largo de los tiempos, un referente inevitable de todos aquellos que crean poesía, narrativa y ensayo, y los que luchan por un conglomerado social más justo y solidario.

Si pensáramos en un destino manifiesto para algunos seres humanos que desde que nacen tienen inserto su nombre en las páginas gloriosas de la historia, afirmaríamos que Ernesto Sábato fue uno de ellos.

Y es que este físico de profesión y escritor de vocación hizo de su existencia florecer de ideas de alta connotación humana.  Su impronta existencial, su pasión de vida  estuvo ligada a bregar por hacer más feliz, plena y justa la convivencia de las personas en este planeta.

Como los antiguos creadores del Renacimiento incursionó en el arte, la ciencia y la literatura, en esta última actividad preclara recordamos ensayos tales como: “El escritor y sus fantasmas” (1963) y “Apologías y rechazos” (1979), sus novelas “El túnel” (1948), “Sobre héroes y tumbas” (1961) y “Abbadón el exterminador” (1974).

Estoy convencido de que seres humanos de su talento y espíritu tienen que volverse a forjar para resolver lo que queda pendiente todavía para solventar un futuro distinto, aquel que requiere toda la humanidad.

Contenido externo patrocinado