Ernesto Cardenal (1926-enero de 2020) fue un sacerdote nicaragüense, rebelde y poeta, extraña síntesis humana, solo posible en la Latinoamérica del siglo XX, heredera de un proceso colonial que enfrentaba entonces no solo al imperialismo y la opresión, sino también al matrimonio entre el mercado, radicalmente feo e injusto, y la belleza, antes reservada a la naturaleza y la justicia.
La poesía de Cardenal tiene la forma del verso libre, siempre rozando al filo, al punto de convertirse en descripción hiperrealista de las cosas. La forma de sus versos se vuelve contenido, constituye una respuesta a la belleza engañosa propia del sistema capitalista, donde se enlazan el neón, la propaganda y la mentira fabricada en “oficinas especiales”.
En sus versos, Cardenal protesta contra las luces del sistema, capaces de alegorizar el cosmos mismo: “en la tarde son dulces los neones… y la estrella roja de una torre de radio en el cielo crepuscular de Managua es tan bonita como Venus y un anuncio de ESSO es como la luna. Las lucecitas rojas de los automóviles son místicas. El alma es como una muchacha besuqueada detrás de un auto… si he de dar un testimonio de mi época es este: fue bárbara y primitiva, pero poética” (Fragmentos: Managua 6:30 p.m.). Para Ernesto Cardenal, la belleza compleja real está en la naturaleza viva: “En las tardes de julio, después del aguacero canta su canto dulce el zenzontle. Negroazulvioláceo vuela en octubre o noviembre sobre los pueblos nicaragüenses. Es un pájaro proletario -sin ningún adorno- anda siempre entre los pobres… Y después vienen los vendavales. Es la época de los temporales. Los grandes aguaceros alegres”. (Fragmento: Canto Nacional).
La oposición entre el amor y las luces de neón que quieren sustituir al cosmos, los astros y las estrellas es, quizás, uno de los elementos, entre tantos, que pueden identificarse en su poesía, que revela la tensión entre su mundo místico social y la realidad feroz del mercado alucinador. La figura del dictador, las estrellas de cine, las armas, los millonarios, “la libertad del capital”, los neones, la propaganda, conforman el antiamor, la injusticia. En su Salmo 57, Cardenal suplica: “Oh Dios, acaba con el statu quo, arranca los colmillos a los oligarcas. Que se escurran como el agua de los inodoros. Se marchiten como la hierba bajo el herbicida”. (O)